IMPORTANTES APORTES EN
UNA INTENSA PRIMERA JORNADA DEL CONGRESO DE MOVIMIENTOS
VATICANO,
28, (ACI).- Tras el estimulante mensaje del Santo
Padre y la conferencia del Cardenal Josef Ratzinger,
la primera jornada del Congreso Internacional de
Movimientos en la casa "Domus Mariae"
continuó con un intenso intercambio de reflexiones.
Mons.
Piero Coda, Docente de Teología fundamental en la Pontificia Universidad Lateranense, en
su ponencia "Los movimientos, don del Espíritu
Santo", tomó como premisa las palabras
del Santo Padre que describe a los movimientos como
"don del Espíritu para nuestro tiempo",
y desarrolló el tema de los movimientos eclesiales
como don del Espíritu en el horizonte de la historia
de la salvación y luego en el horizonte de la autoconciencia
y de la misión de la Iglesia hoy.
El
profesor destacó que los movimientos se deben de
comprender en el horizonte de los desafíos históricos
a los que busca responder el Concilio Vaticano II
y a los dones presentes y desplegados por el Concilio.
Finalmente, destacando el necesario carácter mariano
de los mismos señaló que «porque son un don del
Espíritu, los movimientos eclesiales no pueden no
tener nada que ver con María».
Por
su parte, el Prof. David L. Schindler, repitiendo
algunos conceptos desarrollados por el Cardenal
Ratzinger, aunque desde una perspectiva inspirada
en la teología de Von Balthasar, planteó que "institución
y carisma son los dimensiones de la realidad eclesial
que no deben comprenderse como una oposición sino
como una distinción dentro de una unidad fundamental".
La
Iglesia como "Movimiento"
Le
tocó luego el turno a Mons. Angelo Scola, Rector
Magnífico de la Pontificia Universidad Lateranense,
quien destacó que la errada contraposición entre
"movimiento" y "diócesis" deviene
de una insuficiente atención al "hecho cristiano"
que está en el origen de ambas realidades.
Recuerda,
citando al Papa en su homilía del 27/9/81, que la
propia Iglesia es un "movimiento" porque
nace de la "misión" entregada por el Padre
al Hijo y al Espíritu, que la Iglesia continúa;
La "misión" es "movimiento"
y la Iglesia vive, encarna, el "status missionis".
Mons. Scola planteó la primacía de la misión de
la Iglesia universal sobre la Iglesia particular,
pero destacando que la particularidad debe ser entendida
y valorizada como espacio donde la persona concreta
se encuentra con el "hecho cristiano".
En
su intervención, el R.P. Giafranco Ghirlanda, s.j.
Docente de Derecho Canónico en la Pontificia Universidad
Gregoriana, destacó que el carisma, en los movimientos
eclesiales, se ofrece para el bien de toda la Iglesia.
De allí "la necesidad de dar forma canónica
a estos movimientos eclesiales a partir de la aprobación
de sus estatutos", de tal manera que el "carisma",
además de don, se torna "institucional".
La materia de los "compromisos" debe ser
expresada en los estatutos. "Para comprender
la naturaleza carismática de los movimientos y su
inserción en la realidad de la vida de la Iglesia,
el punto de partida deber ser la consideración de
la acción del Espíritu en la Iglesia, en la cual,
análogamente al misterio del Verbo Encarnado, el
elemento invisible y de gracia (el carisma) asume
un cuerpo que es forma externa jurídica", destacó.
El
experto canonista concluyó señalando que es necesario
no frenar las manifestaciones del Espíritu y los
carismas, pero es necesario pensar en una reglamentación
de lo que hay de más específico en los movimientos
eclesiales pues tratados, en general, como "asociación
de fieles" no resulta suficiente.
Por
su parte, Mons. Albert-Marie de Monléon, O.P., Obispo
de Pamiers (Francia), indicó que los movimientos
eclesiales representan un nuevo "florecer"
de la santidad en la Iglesia, cuyos "frutos"
prometen ser mayores a las puertas del Tercer Milenio.
Los movimientos eclesiales han generado nuevos "estilos
de vida" y de "compromiso cristiano",
y señaló en ellos seis elementos comunes: el encuentro
personal con Cristo, el Bautismo como fuente de
la vida cristiana, la búsqueda de una vivencia radical
del Evangelio, la convivencia fraterna, el testimonio
frente al mundo y el horizonte de renovación de
la humanidad; y finalmente la conciencia de la misión
del Espíritu Santo.
"Hay
convergencias profundas entre las diversas formas
de asociación laical, la más importante es la de
vivir radicalmente el Evangelio para llevar adelante
la transformación de la sociedad", concluyó
el Prelado.
MOVIMIENTOS
ECLESIALES EXPRESAN LA PRIMAVERA DE LA IGLESIA,
EXPRESA EL SANTO PADRE
VATICANO,
28 (ACI).- En el mensaje especial enviado a los
participantes del Congreso Mundial de Movimientos
Eclesiales, el Papa Juan Pablo II aseguró que estos
grupos "representan uno de los frutos más significativos
de aquella primavera de la Iglesia ya anunciada
por el Concilio Vaticano II, pero, desgraciadamente,
obstaculizada con frecuencia por el difundido proceso
de secularización".
El
mensaje fue leído durante la ceremonia de apertura
del congreso "Los Movimientos Eclesiales: comunión
y misión en los umbrales del Tercer Milenio"
que se celebra en Roma del 27 al 29 de mayo y está
promovido por el Pontificio Consejo para los Laicos.
"Desde
el inicio de mi pontificado, he atribuido una especial
importancia al camino de los Movimientos Eclesiales,
y he tenido ocasión de apreciar los frutos de su
presencia difundida y creciente", expresó el
Santo Padre. "He constatado con gusto su disponibilidad
a poner sus propias energías al servicio de la Sede
de Pedro y de las Iglesias locales. Les he señalado
como una novedad que todavía espera ser acogida
y valorada de manera adecuada. Hoy día constato,
y por ello me alegro, una más madura autoconciencia",
añadió.
Luego,
el Papa explicó la identidad y misión de los movimientos
apostólicos laicales. "¿Qué se entiende hoy
por ´movimiento´?", preguntó y señaló que se
trata de "una realidad eclesial concreta,
en la que prevalentemente participan laicos, un
itinerario de fe y de testimonio cristiano que funda
su propio método pedagógico sobre un carisma preciso
donado a la persona del fundador en circunstancias
y modos determinados".
El
Santo Padre explicó que "la originalidad propia
del carisma que da vida a un Movimiento no pretende,
ni podría hacerlo, añadir nada a la riqueza del
'depositum fidei', custodiado por la Iglesia con
fidelidad apasionada. Los carismas reconocidos por
la Iglesia representan caminos para profundizar
el conocimiento de Cristo y para darse más generosamente
a Él, enraizándose al mismo tiempo, cada vez más,
en la comunión con todo el pueblo cristiano".
"Ahora
bien -continuó- esta originalidad constituye un
apoyo poderoso, un llamamiento sugerente y
convincente a vivir en plenitud, con inteligencia
y creatividad, la experiencia cristiana. En esto
consiste el presupuesto para encontrar respuestas
adecuadas a los retos y a las urgencias de los tiempos
y de las circunstancias históricas que siempre son
diferentes".
El
Papa Juan Pablo II precisó también que en la Iglesia
"no existe contraste o contraposición entre
la dimensión institucional y la dimensión carismática,
de la que los movimientos son una expresión significativa»
y afirmó que la presencia de los movimientos eclesiales
"es alentadora, pues muestra que esta primavera
avanza, manifestando la frescura de la experiencia
cristiana, basada en el encuentro personal con Cristo».
Asimismo
Juan Pablo II recordó que "el objetivo de este
Congreso Mundial es, por una parte, profundizar
en la naturaleza teológica y en el papel misionero
de los Movimientos, y por otra, favorecer la edificación
recíproca mediante el intercambio de testimonios
y experiencias".
Texto
íntegro del Mensaje Papal
¡Queridísimos
hermanos y hermanas en Cristo!
"Damos
gracias siempre a Dios por todos ustedes recordándolos
en nuestras oraciones teniendo continuamente presentes
ante Dios y Padre nuestro vuestro empeño en la fe,
vuestra laboriosidad en la caridad y vuestra constante
esperanza en nuestro Señor Jesucristo" (1 Tes
1, 2- 3). Estas palabras del apóstol San Pablo resuenan
con gran alegría en mi corazón mientras, esperando
encontraros en el Vaticano, envío a todos vosotros
un caluroso saludo y os aseguro mi cercanía espiritual.
Vaya un pensamiento afectuoso al Presidente del
Pontificio Consejo para los Laicos, el Cardenal
James Francis Stafford; al secretario, monseñor
Stanislaw Rylko y a todos los colaboradores del
Dicasterio. Extiendo mi saludo a los responsables
y delegados de los diversos Movimientos, a los Pastores
que los acompañan y a otros ilustres relatores.
En
el curso de nuestros trabajos del Congreso Mundial,
vosotros afrontáis el tema: "Los Movimientos
eclesiales: comunión y misión en el umbral del tercer
milenio". Agradezco al Pontificio Consejo para
los Laicos que ha asumido los gastos de la promoción
y organización de esta importante cita, como también
a los Movimientos que han acogido con pronta disponibilidad
la invitación hecha por mí en la Vigilia de Pentecostés
de hace dos años.
En
aquella ocasión les pedía que en el camino hacia
el Gran Jubileo del 2000, durante el año dedicado
al Espíritu Santo, ellos ofrecieran un "testimonio
común" y en "comunión con los pastores
y ligados a las iniciativas diocesanas, llevaran
al corazón de la Iglesia su riqueza espiritual,
educativa y misionera, cual preciosa experiencia
de vida cristiana" (Homilía en la Vigilia,
n. 7, en L Osservatore Romano, 27- 28 de mayo
de 1996, p. 7).
Pido
de corazón que vuestro Congreso y el Encuentro del
30 de Mayo de 1998 en la Plaza San Pedro pongan
a la luz la fecunda vitalidad de los Movimientos
en el Pueblo de Dios, que se apresta cruzar el umbral
del tercer milenio de la era cristiana.
Pienso
en este momento en los Coloquios internacionales
organizados en Roma en 1981, en Rocca di Papa en
1987, a Bratislava en 1991. He seguido los trabajos
acompañándolos con la oración y constante cercanía
de corazón. Desde el inicio de mi Pontificado he
atribuido especial importancia al camino de los
Movimientos eclesiales y he tenido ocasión de apreciar
los frutos de su difundida y creciente presencia
en el curso de mis visitas pastorales a las parroquias
y los viajes apostólicos. He constatado con placer
su disponibilidad a poner sus energías al servicio
de la Sede de Pedro y de las Iglesias locales.
He
podido reconocerlos como novedad que aún espera
ser adecuadamente escuchada y valorada. Reconozco
hoy, y me alegro, un mayor autoconocimiento. Ellos
representan uno de los frutos más significativos
de aquella primavera de la Iglesia ya preanunciada
por el Concilio Vaticano II, pero obstaculizada
por el lacerante proceso de secularización. Su presencia
es esperanzadora porque muestra que esta primavera
avanza, manifestando la frescura de la experiencia
cristiana fundada en el encuentro personal con Cristo.
En medio de la diversidad de las formas, los Movimientos
se caracterizan por el común conocimiento de la
"novedad" que la gracia bautismal imprime
en la vida, por el singular anhelo de profundizar
en el misterio de la comunión con Cristo y con los
hermanos, por la fidelidad al patrimonio de la fe
transmitido por el flujo vivo de la Tradición. Ello
da origen a un renovado impulso misionero, que lleva
a un encuentro con los hombres y mujeres de nuestro
tiempo en las situaciones concretas en las que se
encuentran y a poner una mirada llena de amor sobre
la dignidad, las necesidades y el destino de cada
uno.
Son
estas las razones del testimonio común que, gracias
al servicio dado a vosotros por el Pontificio Consejo
para los Laicos y con espíritu de amistad, de diálogo
y de colaboración con todos los movimientos, se
concretiza ahora en este Congreso mundial y sobre
todo, dentro de unos días, en el esperado encuentro
de la Plaza San Pedro. Un "testimonio común",
de otro lado que ya ha surgido y ha sido probada
en la laboriosa fase preparatoria de estos dos eventos.
La
significativa presencia entre vosotros de superiores
y representantes de otros dicasterios de la curia
romana, de Obispos procedentes de diversos continentes
y naciones, de delegados de la Unión Internacional
de Superiores y las superioras generales, de invitados
de varias instituciones y asociaciones indica que
toda la Iglesia está involucrada en esta iniciativa
confirmando que la dimensión de comunión es esencial
en la vida de los Movimientos. También está presente
la dimensión ecuménica hecha tangible por la participación
de delegados hermanos de otras Iglesias y Comuniones
cristianas, a los cuales envío un particular saludo.
3.
Objetivo de este Congreso Mundial es, de un lado,
profundizar en la naturaleza teológica y la tarea
misionera de los Movimientos y, de otra parte, favorecer
la recíproca edificación mediante el intercambio
de testimonios y de experiencias. Vuestro programa
toca por lo tanto los aspectos cruciales de la vida
de los Movimientos suscitados por el Espíritu de
Cristo para un nuevo impulso apostólico de toda
la comunidad eclesial. En la apertura de los trabajos
deseo proponer para vuestra atención algunas reflexiones
que seguramente podremos subrayar ulteriormente
en el curso de la celebración en la Plaza San Pedro
el próximo 30 de mayo.
Vosotros
representáis cerca de 50 Movimientos y nuevas formas
de vida comunitaria, que son expresión de una multiforme
variedad de carismas, métodos educativos, modalidades
y finalidades apostólicas. Una multiplicidad vivida
en la unidad de la fe, de la esperanza y de la caridad,
en obediencia al Cristo y a los Pastores de la Iglesia.
Vuestra misma existencia es un himno a la unidad
y pluriformidad querida por el Espíritu Santo y
rinde testimonio de ella. De hecho en el misterio
de comunión del Cuerpo de Cristo, la unidad no ha
sido jamás convertida en homogeneidad, negación
de la diversidad, como la pluriformidad no debe
ser jamás convertirse en particularismo o dispersión.
Por eso es que cada una de vuestras realidades amerita
ser valorizada por la peculiar contribución que
hace a la Iglesia.
¿Qué
cosa se entiende hoy por Movimiento? El término
se refiere a menudo a realidades diversas entre
sí y a veces, incluso por configuración canónica.
Si, de una parte, ella no puede agotar ni fijar
la riqueza de las formas suscitadas por la creatividad
vivificante del Espíritu de Cristo, de otra parte
está para indicar una realidad eclesial concreta
de participación prevalentemente laical, un itinerario
de fe y de testimonio cristiano que funda su propio
método pedagógico sobre un carisma preciso donado
a la persona del fundador en circunstancias y modos
determinados.
La
originalidad propia del carisma que da vida a un
Movimiento no pretende, ni lo podría, añadir algo
a la riqueza del depositum fidei custodiado por
la Iglesia con apasionada fidelidad. Ella sin embargo
constituye un cimiento potente, un llamado sugestivo
y convincente para vivir plenamente, con inteligencia
y creatividad, la experiencia cristiana. En todo
esto está el presupuesto para encontrar respuestas
adecuadas a los desafíos y a las urgencias de los
tiempos y las circunstancias históricas siempre
diversas. Con tal luz, los carismas reconocidos
por la Iglesia representan caminos para profundizar
en el conocimiento de Cristo y para donarse más
generosamente a Él enraizándose cada vez más en
la comunión con todo el pueblo cristiano
Ellos
requieren más atención de parte de cada miembro
de la Comunidad eclesial, empezando por los Pastores,
a los cuales se les ha confiado el cuidado de las
Iglesias Particulares, en comunión con el Vicario
de Cristo. Los Movimientos pueden así ofrecer una
preciosa contribucióna la dinámica vital de la única
Iglesia, fundada sobre Pedro, en las diferentes
situaciones locales, sobre todo en aquellas regiones
donde la implantatio ecclesiae está aun en los inicios
y sometida a no pocas dificultades.
6.
Muchas veces he tenido maneras de subrayar como
en la Iglesia no hay contraste o contraposición
entre la dimensión institucional y la dimensión
carismática, de la cual los Movimientos son una
expresión significativa. Ambas son co-esenciales
a la constitución divina de la Iglesia fundad por
Jesús porque concurren juntas a hacer presente el
misterio de Cristo y su obra salvífica en el mundo.
Juntas, ambas tratan de renovar según sus propios
modos, la autoconciencia de la Iglesia, que puede
decirse, en cierto sentido, ella misma "Movimiento",
en cuanto acontecimiento en el tiempo y en el espacio
de la misión del Hijo por obra del Padre en le fuerza
del Espíritu Santo.
Estoy
persuadido que estas consideraciones mías encontrarán
una adecuada profundización en el curso de los trabajos
del Congreso que acompaño con la oración para que
de ellos broten frutos copiosos en beneficio de
la Iglesia y de la humanidad entera.
Con
tales sentimientos y esperando encontraros en la
Plaza San Pedro durante la Vigilia de Pentecostés,
imparto de corazón una epecial Bendición Apostólica
a vosotros y a vuestros representantes.
Su
Santidad Juan Pablo II.
Dado
en el Vaticano, 27 de mayo de 1998.
SEGUNDA
JORNADA: BREVES PONENCIAS E INTENSOS DÍALOGOS
VATICANO,
29 (ACI).- La segunda jornada del Congreso Internacional
de Movimientos Eclesiales continuó hoy con una mesa
redonda titulada "Los movimientos y la misión
de la Iglesia en los Umbrales del Tercer Milenio",
seguida por un intenso diálogo entre los más de
150 participantes.
La
mesa redonda se inició con el aporte del norteamericano
Brian Smith, quien centró sus reflexiones en torno
al papel de los movimientos en la misión de la Iglesia,
especialmente en lo que se refiere a la misión ad
gentes.
Gian
Carlo Cesana, de Comunión y Liberación, centró
su reflexión en el papel que cumplen los movimientos
en la tarea de promover la educación, entendida
en un sentido integral.
Andrea
Riccardi, co-fundador de la Comunidad de San
Egidio abordó el tema de la justicia social
en su breve ponencia titulada "Frente a la
pobreza: caridad y justicia".
La
mesa redonda cerró con la exposición de Gabriella
Fallacara, del movimiento de los Focolares,
quien explicó el papel de su movimiento en el aliento
del ecumenismo y el diálogo interreligioso.
Parte
importante del diálogo posterior giró en torno a
la exposición de Luis Fernando Figari, fundador
del Movimiento de Vida Cristiana, titulada
"La construcción de un mundo más humano: cultura
y trabajo".
En
su exposición, Luis Fernando había señalado que
el "agnosticismo funcional, el relativismo
galopante, la gravísima crisis sobre la verdad,
la actitud light o debole,
la adhesión a teorías e ideologías que conducen
a la construcción de una anticultura
de un mundo que dando la espalda a Dios se convierte
en una amenaza para la realización de la persona
humana no es un asunto ante el que se pueda huir
en la falaz ilusión de protegerse marginándose de
la sociedad en una especie de gueto o bunker creyendo que con ello desaparece el grave desafío
de ese mundo y de esa diáspora
cultural". "Más bien esa realidad
trágica habla alto y fuerte de la necesaria renovación
de la vida cristiana", agregó.
Figari
destacó que "el gran Proyecto de Dios afincado
en la dinámica de la comunión, de la reconciliación
y la participación, a la cual responden los dinamismos
fundamentales de su criatura predilecta, quiere
para el hombre una cultura de vida, de libertad,
de amor, que lo lleve a su realización como persona".
En ese sentido, destacó que "la vocación del
hombre como hacedor de cultura nos pone
sobre aviso contra toda idea de que el ser humano
se reduzca tanto a las varias acciones del proceso
de trabajo como a lo que su trabajo, ya intelectual
ya material, forja".
El
fundador del MVC concluyó señalando que "de
cara al tercer milenio de la fe, podemos afirmar
que es tiempo de vivir la esperanza, de desplegarse
adheridos al Señor Jesús y a la verdad que nos muestra
en la Iglesia, para que con la gracia del Espíritu
Santo, mirando a Santa María, Estrella de la Nueva
Evangelización, trabajemos como incansables artesanos
de la tan ansiada Civilización del Amor".
El
diálogo entre los participantes se prolongó por
toda la tarde en grupos ligüísticos y grupos de
trabajo, hasta la misa de fin del día, celebrada
a las 5:00 de la tarde.
MOVIMIENTOS
EXPRESAN SU LEALTAD Y CERCANÍA AL SANTO PADRE
VATICANO,
30 (ACI).- Mediante un elocuente mensaje final,
los participantes del Congreso Internacional de
Movimientos Eclesiales que concluyó ayer, expresaron
firmemente su lealtad y "especial cercanía"
al Pontificado y a la persona del Papa Juan Pablo
II.
El
documento final de tres páginas, evitó profundizar
en definiciones sobre la naturaleza y misión de
los movimientos, y expresó en cambio la filial expectativa
de los movimientos a las palabras que el Santo Padre
pronunciará hoy en el gran Encuentro de la Plaza
San Pedro.
El
mensaje final señala que "hemos vivido una
verdadera comunión, conscientes de nuestra diversidad,
pero sobre todo del gran horizonte misionero que
se abre delante de nosotros", pero subraya
que "sobre todo miramos a estos tres días que
hemos pasado juntos a la luz del encuentro que se
realizará en la Plaza San Pedro".
Refiriéndose
a la importancia de la reunión sostenida, el texto
señala que "esta particular convocación, que
se realiza en el vigésimo aniversario del pontificado
de Juan Pablo II, marca un vínculo particular entre
su persona, especialmente sus anhelos misioneros,
y la realidad de nuestras personas y comunidades".
"De aquí nace un agradecimiento muy particular
de los diversos movimientos al Santo Padre. Él ha
alentado y apoyado cada Movimiento eclesial, ha
querido encontrarse con ellos y conocerlos de cerca,
y nunca ha hecho extrañar su palabra y su bendición".
Los
movimientos reunídos señalan del Santo Padre que
"mirándolo, todos hemos aprendido, en estos
veinte años, qué cosa significa la pasión por la
gloria de Cristo e y por los hombres con los que
vivimos. En Él se ha manifestado y se manifiesta
de manera particular una síntesis entre deber institucional
y expresión carismática de aquellos que nos ha permitido
a nosotros mismos comprender mejor nuestra vocación".
Los
participantes señalan además la importancia del
actual magisterio pontificio en la comprensión de
su propia vocación. Allí, "encontramos las
líneas fundamentales de una síntesis incluso de
aquellos que hemos escuchados en estos días".
Los participantes destacan así dos expresiones del
Santo Padre "que pueden constituir como el
prisma óptico en el que podemos recoger las palabras
que nos hemos dicho y hemos escuchado": "La
Iglesia puede llamarse en un cierto sentido a sí
misma movimiento" y "La coesencialidad
entre la dimensión institucional y la dimensión
carismática de la Iglesia".
El
documento destaca además el papel de los fundadores
en la experiencia recorrida y señalan que "cada
uno de nosotros, aún en la diversidad de nuestros
carismas y por ello en la variedad de sus expresiones,
siente sobre sí una responsabilidad total que
impide que nuestra existencia se cierre en una tarea
sectorial".
"Es
el Espíritu de caridad que nos empuja a abrir el
corazón a cada hombre y a recorrer juntos el camino
hacia la verdad y la unidad, para que el Evangelio
del Resucitado sea anunciado y testimoniado con
fuerza en el nuevo milenio", concluye el texto.
El
texto fue presentado luego que diversos delegados
de los movimientos compartieran reveladores y muchas
veces emotivos testimonios.
Hoy
por la mañana, los participantes se unen al gran
encuentro de la Plaza San Pedro.
EL
CARD. STAFFORD DESTACA LA IMPORTANCIA DEL ENCUENTRO
DE HOY
VATICANO,
30 (ACI).- En una entrevista concedida ayer a la
edición diaria de L'Osservatore Romano, el
Cardenal James Francis Stafford, Presidente del
Pontificio Consejo para los Laicos, expresó
el sentido y los alcances del gran encuentro de
hoy en la Plaza San Pedro.
Eminencia,
cuál es el significado de este encuentro del Papa
con los Movimientos Eclesiales?
En
1996 el Santo Padre re reunió con muchos miembros
de los diversos movimientos laicales. En aquella
ocasión preguntó si se hubiera podido desarrollar
un encuentro especial con todos los miembros de
estos movimientos laicales en el año precedente
al Jubileo, en el año dedicado al Espíritu Santo.
Este encuentra demuestra la fiabilidad de las actividades
de estos movimientos comprometidos con el Espíritu
Santo justamente durante el año dedicado al Espíritu
Santo.
¿Cuáles
han sido los criterios para la elección de los participantes?
Todos
los movimientos que han sido aprobados por la Santa
Sede han sido invitados a participar. También han
sido invitados los movimientos en espera de su aprobación
que ya presentan características que casi no dejan
dudas sobre su posibilidad de ser reconocidos y
aprobados.
¿Cuáles
son los objetivos del encuentro?
Existen
dos o tres objetivos: uno será el de demostrar el
fuerte apoyo que el Santo Padre ha dado en el pasado
y continua ofreciendo aún a estos movimientos. El
segundo consistirá en evidenciar los fuertes vínculos
eclesiales que unen a los movimientos al Magisterio,
al Santo Padre y a los Obispos. Es importante que
el Santo Padre muestre su constante aprobación a
los movimientos, pero también que los movimientos
con su presencia continúen demostrando su obediencia
y su disponibilidad a acoger las orientaciones del
Santo Padre y de los Obispos. El tercer objetivo
es el de concretizar el gran impulso que los laicos
en los movimientos pueden dar a la evangelización
de las diversas culturas en el nuevo milenio.
¿Cuál
es la contribución que los movimientos pueden hoy
ofrecer a la Iglesia?
En
el pasado la renovación de la iglesia se desarrolló
gracias a las iniciativas de las congregaciones
y de las ordenes religiosas que efectivamente contribuyen
aún hoy a la renovación de la Iglesia en el umbral
del nuevo milenio. Los laicos están ahora respondiendo
a la llamada universal a la santidad emanada del
Concilio Vaticano II. Ellos se dirigen en particular
a la renovación, a la conversión de la persona individual
en el puesto de trabajo, en la vida familiar, etc.
El Concilio Vaticano II se ha preocupado en primer
lugar por la conversión y renovación e la persona
humana y creo que la encarnación de la santidad
entre los miembros de los diversos movimientos les
ofrece un vínculo especial con otras personas laicas
que son llamadas a una renovación personal en Cristo
y por tanto a una renovación general de la sociedad.
La renovación general de la sociedad se fundamenta
primero en la renovación del ser humano individual.
Creo que los laicos, con su compromiso, están en
grado de ofrecer esto a otros laicos de modo muy
razonable.
Este
encuentro se realiza a "medio camino"
entre la Jornada Mundial de la Juventud de París,
en Agosto de 1997 y la que se realizará en Roma
en el 2000. ¿Cuál es el papel de los jóvenes en
la misión de la nueva evangelización solicitada
por Juan Pablo II?
Los
jóvenes ejercen una cierta influencia en los continentes
de manera diversa. Es evidente que la mayoría de
los jóvenes se encuentran en Africa, en Asia y en
América Latina, estos so, en efecto, lugares compuestos
esencialmente de jóvenes. Por ello el futuro de
estos continentes depende mucho de la aplastante
presencia de los jóvenes. El desafío consiste en
llegar a ellos, en entrar en contacto con ellos
y en el darles testimonio de aquella Persona única
que nos es dada por el Padre en Jesucristo. La Jornada
Mundial de la Juventud ha demostrado ser uno de
los instrumentos más eficaces para atraer a los
jóvenes al sentido de su vocación y de su misión:
vocación que deben percibir individualmente y misión
que deben cumplir en su ambiente particular, en
su compromiso particular en el mundo, en la universidad,
en el campo económico o político, para hacer presente
el amor redentor de Jesucristo.
Los
laicos, en síntesis, deben ser conscientes de la
apertura del creado al misterio de Dios. Por tanto,
los laicos, en particular los jóvenes, en el año
2000, deben hacerse aún más conscientes de la forma
única de Jesucristo, o sea del hecho que Jesucristo
es la única manifestación, Epifanía, del amor absoluto
que Dios nutre por la humanidad. Las jornadas de
la Juventud que se han realizado en París y Manila,
en Denver y en otros lugares de Europa y América,
han sido muy eficaces en hacer presente el amor
redentor de Dios en Jesucristo.
Eminencia,
el sábado por la tarde la Plaza San Pedro estará
llena de los miembros de los movimientos eclesiales
y las nuevas comunidades: como Presidente del Pontificio
consejo para los Laicos, ¿Qué mensaje quiere dirigirles?
Esta
es una invitación extraordinaria para los miembros
de los movimientos laicos que el Santo Padre les
ha dirigido directamente. Es necesario reflexionar
sobre esto. Es una extraordinaria iniciativa suya
que demuestra cuánto el Papa tiene en el corazón
a los movimientos laicales. Esto supone una gran
esperanza en los movimientos como instrumentos de
la evangelización de otras culturas en todos los
continentes. El primero y más importante mensaje
que dirijo a los responsables de estos movimientos
y también a sus miembros, es que reflexionen sobre
la invitación extraordinaria que han recibido del
Papa y sobre el significado que ésta reviste. Demuestra
en efecto la expectativa del Papa respecto de estos
movimientos con el fin de que lleven el Evangelio
de Jesucristo a todas las culturas del mundo.
DOCUMENTO
FINAL DEL CONGRESO DE MOVIMIENTOS ECLESIALES
Roma,
29 de mayo de 1998
1.
¿Qué cosa han significado estos días pasados, qué
paso han constituido para nosotros y para nuestra
comunidad?
Ante
todo, el estupor por el cambio vivido por tantos
hombres y mujeres, cuya vida ha sido conducida a
una conciencia, a una libertad, a una capacidad
de acción que antes no podían imaginar. Somos también
más conscientes de qué cosa significa "movimiento":
el dinamismo mismo de la vida del cristiano en su
seguimiento de Jesús y en su relación con la realidad.
Hemos
vivido una verdadera comunión, conscientes de nuestra
diversidad, pero sobre todo del gran horizonte misionero
que se abre delante de nosotros. Como signo de esto
han sido entre nosotros las personas del Cardenal
Ratzinger y de los demás obispos. Motivo de particular
esperanza ha sido la presencia de los delegados
fraternos de otras confesiones cristianas.
2.
Pero sobre todo miramos a estros tres días que hemos
pasado juntos a la luz del encuentro que se realizará
en la Plaza San Pedro.
Así
como este nuestro Congreso se ha realizado en el
marco del año de preparación del Gran Jubileo dedicado
de manera particular al Espíritu Santo, de la misma
manera el encuentro de mañana se realiza en la
vigilia de la fiesta de Pentecostés.
El
Espíritu Santo, en efecto, don del hijo de Dios
hecho hombre, enviado por el Padre en su nombre
(Jn 14,26) representa el don definitivo
que Jesús hace de sí a los hombres de todo tiempo
y de toda latitud. Él es el fundamento de la
Iglesia en su realidad sacramental, objetiva, y
al mismo tiempo suscita en los hombres que lo acogen
la receptividad de tal don.
Como se ha recordado numerosas veces en estos días, principio petrino y principio mariano se
reclaman mutuamente y nos permiten vivir la
experiencia de la Iglesia como acontecimiento que
nos supera y nos precede y al mismo tiempo como
hecho que viene a nuestro encuentro, proponiéndose
a nuestra libertad y poniéndola en movimiento.
3.
Hemos sido convocados por el Papa no sólo para el
encuentro de la Plaza San Pedro, sino también para
estos días de trabajo en común. Este no es el primer
encuentro entre Movimientos; otros congresos lo
han precedido y sobre todo hemos tenido modo de
conocernos, de orar, cantar y vivir juntos en las
Jornadas Mundiales de la Juventud y en tantas ocasiones
en nuestras Diócesis. Pero esta particular convocación,
que se realiza en el vigésimo aniversario del pontificado
de Juan Pablo II, marca un vínculo particular entre
su persona, especialmente sus anhelos misioneros,
y la realidad de nuestras personas y comunidades.
De aquí nace un agradecimiento muy particular de
los diversos movimientos al Santo Padre. Él ha alentado
y apoyado cada Movimiento eclesial, ha querido encontrarse
con ellos y conocerlos de cerca, y nunca ha hecho
extrañar su palabra y su bendición.
Mirándolo,
todos hemos aprendido, en estos veinte años, qué
cosa significa la pasión por la gloria de Cristo
e y por los hombres con los que vivimos. En Él se
ha manifestado y se manifiesta de manera particular
una síntesis entre deber institucional y expresión
carismática de aquellos que nos ha permitido a nosotros
mismos comprender mejor nuestra vocación.
4.
Precisamente en su Magisterio de estos años encontramos
las líneas fundamentales de una síntesis incluso
de aquellos que hemos escuchados en estos días.
En
el mensaje autógrafo en el que el Papa ha querido
dirigirse a nosotros al inicio de nuestros trabajos,
Él mismo ha retomado dos expresiones utilizadas
en textos precedentes, que pueden constituir como
el prisma óptico en el que podemos recoger las palabras
que nos hemos dicho y hemos escuchado. Tales expresiones
hoy, sin embargo, después de estos días, llegan
a nosotros con una profundidad nueva, revelando
su profética riqueza. Recordémoslas juntos. "La
Iglesia puede llamarse en un cierto sentido a sí
misma movimiento", es la primera de estas expresiones.
"La coesencialidad entre la dimensión institucional
y la dimensión carismática de la Iglesia",
es la segunda.
Reflexionando
sobre aquello que hemos escuchado, comprendemos
mejor ahora que nuestro rostro es estrechamente
definido, más aún, originado, en una sola palabra,
de una sola realidad, la misión de Jesús,
misionero del Padre en medio de los hombres.
"Como el Padre me ha enviado, así os envío
a vosotros" (Jn 20,21). ¿No es esta
la razón de la fascinación que la persona de Jesús
presente ha ejercitado sobre los fundadores de nuestras
comunidades y al mismo tiempo la razón de la fascinación
que tales fundadores han representado para nosotros?
La palabra "misión" no tiene ante todo
para nosotros el significado de un deber que debe
ser cumplido, ni de una acción que debe ser organizada; la misión es ante todo la experiencia de Cristo
presente aquí y ahora que llega a nosotros a través
del don de hombres que su Espíritu ha elegido haciendo
su vida significativa y fascinante, reflejo de aquella
fascinación inagotable que la persona de Cristo
tiene para el hombre que lo reconoce y acoge.
5.
Es a la luz de la misión de la Iglesia que comprendemos
nuestro hoy y la historia pasada. Comprendemos cómo
la Palabra, el Sacramento y el Apostolado se han
hecho subjetivamente persuasivos a través de los
dones carismáticos que han renovado la vida de tantas
Iglesias y de la Iglesia según la feliz expresión
que hemos escuchado: "han hecho evento la presencia
de Cristo" en la comunión vivida.
No
existe, por tanto, en la Iglesia una dialéctica
entre dimisión objetiva y subjetiva, sino una relación
orgánica, una unidad pluriforme que constituyen
el rostro de la Iglesia en la historia.
El
acontecimiento de Cristo se propone a nuestra libertad
como evento en el hoy de nuestra vida: "La
amistad que Él ha generado en torno a si se ha propagado
físicamente en el tiempo y en el espacio hasta nosotros".
Esta es la tradición de la Iglesia como un río de
vida en la historia del mundo que nos ha alcanzado
para alcanzar a otros hombres a través nuestro.
6.
En el espíritu del nuevo Pentecostés que nos ha
dado es tiempo, sentimos más fuerte aquella unidad
que nace entre los discípulos en el ser un solo
corazón y una sola alma. Esta concordia es una fuerza
para los movimientos que el Espíritu llama a ser
testimonios en un mundo tan dividido y marcado por
la violencia.
7.
Cada uno de nosotros, aún en la diversidad de nuestros
carismas y por ello en la variedad de sus expresiones,
siente sobre sí una responsabilidad total que
impide que nuestra existencia se cierre en una tarea
sectorial.
Sentimos
como primaria la responsabilidad por la educación,
es decir, a la cercanía a los otros hombres para
que desde el interior de sus existencias, desde
sus exigencias más profundas, sean introducidos
al encuentro con la realidad y con su Significado,
experimentándolo en las responsabilidades cotidianas.
Aquí
encuentra su origen también una educación para el
trabajo como lugar de la expresividad primaria del
hombre, de su responsabilidad hacia sus hermanos
e su participación en la obra del Creador.
8.
Nuestra vida ha sido abierta hasta los confines
del mundo. "La caridad de Cristo nos apremia
al pensar que uno ha muerto por todos... para que
aquellos que viven no vivan para sí mismos, sino
para Aquel que ha muerto y resucitado" (II Cor 5,14-15).
Así
sentimos nuestra vida definida por la primera Bienaventuranza:
"Bienaventurados los pobres" (Mt 5,3),
bienaventurados aquellos que no ponen resistencia
a la obra de Dios en su vida. " Bienaventurados
los que trabajan por la paz y aquellos que aman
la justicia", aquella verdadera que nace de
la caridad. Es el Espíritu de caridad que nos empuja
a abrir el corazón a cada hombre y a recorrer juntos
el camino hacia la verdad y la unidad, para que
el Evangelio del Resucitado sea anunciado y testimoniado
con fuerza en el nuevo milenio.
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CARDENAL
JOSEPH RATIZINGER REFLEXIONA SOBE ECELISALIDAD DE
LOS MOVIMIENTOS LAICALES
ROMA,
28 (ACI).- El Cardenal Ratzinger abrió su conferencia
a los participantes del Congreso Internacional de
Movimientos Eclesiales con recuerdos de su experiencia
personal y sus primeros contactos con algunos movimientos.
"En aquellos días... algunos acostumbraban
hablar del invierno de la Iglesia",
dijo el Cardenal, "pero he aquí, imprevistamente,
hay algo que nadie había proyectado: he aquí que
el Espíritu Santo, por así decir, había pedido nuevamente
la palabra". "Y en hombres y mujeres jóvenes,
hacía renacer la fe, sin peros, sin
subterfugios ni escapatorias, vivida en su integridad
como don, como un regalo precioso que da vida",
señaló.
El
Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la
Fe afrontó luego las dificultades surgidas por el
crecimiento y la difusión de los movimientos, señalando
que "donde irrumpe el Espíritu Santo siempre
colapsan los proyectos de los hombres", y señaló
que las dificultades de la "edad temprana"
de los movimientos invitan a reflexionar aún hoy
"sobre cómo el nuevo florecimiento eclesial
y las estructuras preexistentes de la Iglesia, es
decir la parroquia y la diócesis, podrían ubicarse
en la relación justa".
Según
el Purpurado, éste es "un fenómeno que se presenta
periódicamente, en forma desigual, en la historia
de la Iglesia. Siempre se producen irrupciones del
Espíritu Santo, que reavivan y renuevan la estructura
de la Iglesia: pero casi nunca esta renovación es
del todo inmune de sufrimientos y fricciones".
En
su conferencia, rica en precisiones teológicas,
el Cardenal prefecto señaló que no es posible precisar
el papel de los movimientos al interior de la Iglesia
en términos dicotómicos, porque "el esquema
institución-carisma no nos da ninguna respuesta,
porque la contraposición dualística configura insuficientemente
la realidad de la Iglesia".
Así,
el Cardenal Ratzinger sugirió abordar el papel teológico
de los movimientos y nuevas asociaciones eclesiales
desde una visión reconciliativa, que supere falsas
oposiciones entre cristología y pneumatología la
disciplina teológica que estudia al Espíritu Santo-,
entre "jerarquía y profecía", incluso
entre "institución y carisma".
En
efecto, el Cardenal señaló que "no se llega
a una respuesta al problema planteado si como punto
de partida hacia una solución se escoge una dialéctica
de los principios". "La Iglesia está edificada
no dialécticamente, sino orgánicamente", precisó.
El
Cardenal procedió a realizar un recuento histórico
de la vida de la Iglesia, a la que luego se refirió
en conjunto señalando que "aparece como evidente
que por un lado el modelo eclesial local, decididamente
marcado por el ministerio episcopal, es la estructura
portante y permanente a través de los siglos. Pero
éste está sin embargo incesantemente atravesado
por las oleadas de movimientos que revalorizan continuamente
el aspecto universalista de la misión apostólica
y la radicalidad del Evangelio y justamente por
ello sirven para asegurar la vitalidad y la verdad
espiritual".
Según
el Purpurado, los movimientos de renovación eclesial
a lo largo de la historia desde el monacato
hasta las actuales organizaciones-, por su naturaleza
supraterritorial siempre han estado ligados especialmente
al papado, ya que "el ministerio de los sucesores
de Pedro trasciende la estructura meramente localista
de la Iglesia; el sucesor de Pedro no es sólo obispo
local de Roma, sino obispo para toda la Iglesia
y en toda la Iglesia". Por esta razón, el Cardenal
Ratzinger considera que "en la Iglesia deben
darse siempre servicios y misiones que no sean de
naturaleza puramente local, sino que sean funcionales
al mandato que requiere la realidad eclesial en
su conjunto y la propagación del Evangelio".
Así,
respecto de los criterios de discernimiento sobre
la eclesialidad de los movimientos, el Purpurado
señala "se debería evitar proponer una definición
excesivamente rigurosa, porque el Espíritu siempre
tiene preparadas sorpresas y sólo retrospectivamente
estamos en grado de reconocer que las grandes diversidades
están dominadas por un esencial factor común".
Y
para definir los movimientos, el Cardenal sugiere
recurrir a las características manifestadas durante
el 1,200 por el florecimiento de la espiritualidad
franciscana: "los movimientos nacen, en la
mayoría de los casos, de una personalidad carismática
principal, se configuran en comunidades concretas,
que en razón de su propio origen reviven el Evangelio
en su integridad y sin vacilaciones reconocen en
la Iglesia su razón de vida, sin la cual no podrían
subsistir". "De esta forma -señala el
Purpurado- el criterio esencial de discernimiento
surge espontáneamente: es el enraizamiento en la
fe de la Iglesia".
El
Cardenal habló también sobre los posibles riesgos
que conllevaría el desenfocar las dimensiones de
la vocación específica de cada movimiento, y recordó
que éstos "son un don hecho a la totalidad
de la Iglesia para permanecer fieles a lo esencial
que les es propio".
"Pero
es necesario también que se diga alto y fuerte a
las iglesias locales, incluso a los obispos que
no deben consentir a pretensiones de uniformidad
absoluta en las organizaciones y programaciones
pastorales", dijo el Cardenal, y señaló que
"no pueden elevar sus propios proyectos pastorales
como modelos fijos de lo que le está consentido
actuar al Espíritu Santo: frente a meros proyectos
puede suceder que las Iglesias se conviertan en
impenetrables al Espíritu de Dios, a la fuerza de
la cual éstos viven". "No es lícito -continúa-
pretender que todo deba encasillarse en una organización
unitaria; ¡Mejor es menos organización y más Espíritu!
Sobre todo, no puede darse un concepto de comunión
cuyo valor pastoral supremo consista en evitar conflictos".
El
Prefecto de la Congregación de la Doctrina de
la Fe afirmó que "la fe siempre es también
espada y puede exigir justamente el conflicto por
amor a la verdad y a la caridad" y agradeció
con intensas palabras al Papa Juan Pablo II: "Él
nos precede a todos en la capacidad de entusiasmo,
en la fuerza del rejuvenecimiento interior en la
gracia de la fe, en el discernimiento de los espíritus,
en el luchar humilde y ansioso para que sean siempre
más abundantes los servicios que se prestan al Evangelio".
"Cristo
vive y del Padre nos envía al Espíritu Santo. Ésta
es la gozosa y vivificante experiencia que nos es
concedida justamente en el encuentro con los movimientos
eclesiales de nuestro tiempo", concluyó.