Discurso de la Madre Teresa de Calcuta, Fundadora de las Misioneras de la Caridad en el IV Congreso sobre la Reconciliación en Tiempos de Pobreza y Violencia. Lima-Perú 1989.
Pidámosle a Nuestra Señora, nuestra Madre, que nos dé un corazón lleno de amor, un corazón inmaculado, un corazón puro, un corazón lleno de humildad para que podamos recibir a Jesús, el Pan de Vida, amarlo como Ella lo ama a Él, y seguirlo en su presencia oculta, en el más pobre de los pobres. Démosle gracias por su gran don de poder estar aquí todos juntos hoy día.
Leemos en el Evangelio que Dios amó tanto al mundo que envió a su Hijo a través de la Santísima Virgen María. Ella, al recibir a Jesús, fue de prisa a servir a su prima Isabel, primer acto de tierno amor de María hacia nosotros. Algo fuera de lo común sucedió cuando Nuestra Señora entro a la casa de Isabel: el niño aún no nacido saltó de gozo ante la presencia de Jesús. Muy extraño que Dios usase a un niño no nacido para proclamar la venida de Cristo. Sabemos las cosas que les están sucediendo a los niños no nacidos. ¡Como sus propias madres termina con la vida de ellos! El aborto se ha vuelto hoy el más grande destructor de la paz, del amor, de la verdad.
Leemos algo muy bello. La Biblia nos dice: "aunque tu madre se olvidase de ti, yo no podría hacerlo, pues te tengo grabado en la palma de mi mano". Jesús vino a traernos la Buena Nueva: ¡que Dios es amor!, ¡que Él nos ama! ¡Y que desea que nos amemos los unos a los otros como él nos ama! Jesús vino al mundo y nació como uno de nosotros, igual en todo excepto en el pecado. Para hacernos fácil el amor que debemos tener los unos a los otros, Jesús nos ha dicho: "lo que hagan por el más pequeño de los míos me lo hacen a mí". "Si dan un vaso de agua en mi nombre, a mí me lo dan, si ustedes reciben a un niño pequeño en mi nombre, me reciben a mí", y si hacemos eso Jesús nos dice: "vengan, benditos en mi Padre, y posean el Reino de Dios", "porque tuve hambre y me dieron de comer, no tenía mantas y me vistieron, no tuve hogar y me acogieron".
Y el hambre no es solamente de pan. ¡El hambre es de amor, de reconciliación! ¡Es tan hermoso saber que podemos amarnos unos a otros con el corazón puro, perdonando cada uno al otro! Jesús nos ha dicho algo muy bello: "Sus muchos pecados le han sido perdonados porque ha amado mucho". Si en verdad queremos tener reconciliación, tenemos que perdonarnos unos a todos, porque el perdonar nos da un corazón puro, y el que tiene el corazón puro puede ver a Dios y puede amar con un amor puro como Dios nos ama.
Para enseñarnos lo bello que es el perdón, Jesús nos ha enseñado el Padrenuestro: "Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden". La primera reconciliación la tenemos que hacer con Dios; su amor y su paz nos darán el coraje que necesitamos para reconciliarnos unos con otros y vivir en su amor. Por eso es muy importante la oración, porque el fruto de la oración es la fe, y el fruto de la fe es el amor, y el fruto del amor es el servicio y el fruto del servicio es la paz. Los actos de amor son siempre actos de paz. ¿Y dónde empieza este amor? En nuestra propia familia ¿Y cómo empieza? Rezando juntos. La familia que ora junta, permanece unida, y si permanece unida se amarán unos a otros como Dios los ama, y este amor los hará fuertes para poder amarse como Dios los ama.
Hace un tiempo, dos jóvenes vinieron a nuestra casa y me dieron bastante dinero. Yo les pregunté: "¿Dónde consiguieron tanto dinero?" Ellos dijeron: "Hace dos días nos casamos, y antes del matrimonio decidimos que no tendríamos trajes nupciales, ni celebraciones y le hemos traído el dinero". Y yo les pregunté "¿Cómo es que han hecho eso?" Y me dijeron: "Nos amamos tanto que queríamos compartir el gozo de nuestro amor con los pobres a los que ustedes sirven". ¿Alguna vez han experimentado el gozo de amar dando hasta que duela?
Hace unas semanas, antes de venir, un señor llegó a nuestra casa con su pequeño hijo. Y el señor me dijo: "Mi hijo la quiere mucho a usted, Madre Teresa, y durante un mes no ha gastado su propina porque quiere hacerle un regalo para los pobres a los que usted ama tanto". Y el señor me dijo luego: "Me siento tan avergonzado delante de mi hijo. Yo también la quiero a usted, por eso he decidido que voy a dejar de fumar por un mes, no voy a beber por un mes y le voy a dar ese dinero a usted". Aquí están un padre y un niño juntos ofreciendo su amor en acción. No se trata de cuánto demos, sino de cuánto amor ponemos en lo que damos. Es por eso que es importante orar. Es importante tener un corazón limpio, porque un corazón limpio estará siempre lleno de amor, y el amor no puede mantenerse sin ser usado, tiene que transformarse en acción.
Como ustedes saben, nuestra congregación está completamente dedicada a servir a los más pobres de los pobres. La meta de nuestra congregación es saciar la sed de Jesús en la Cruz dando amor a los pobres, trabajando por la salvación y la santificación de los más pobres de los pobres. Es algo muy hermoso conocer y amar al pobre. Por eso es necesario conocerlos, amarlos y servirlos. Para poder lograrlo es necesario acercarnos y compartir con ellos el gozo del Amor.
No sé si ustedes saben que en Lima tenemos una casa para los enfermos, los lisiados, los que no son amados, los abandonados; nos daría mucho gusto si alguna vez ustedes fuesen y compartiesen un poco de ese amor con ellos; son gente muy linda. Recientemente, hemos abierto casas para personas que sufren de SIDA; la mayoría de ellos son gente joven. Y la mayoría de ellos uno a uno muere, pero tienen una muerte muy hermosa, en paz con Dios. Un joven estuvo agonizando por tres días y no podía morir. La hermana le preguntó: "¿Qué cosa es lo que te preocupa?, ¿qué te duele?, ¿qué cosa es lo que te impide morir? Yo deseo ayudarte". Y el joven respondió. "Hermana, no puedo morir hasta que no le haya pedido perdón a mi padre". La hermana averiguó donde vivía el padre y lo trajo por avión a donde su hijo estaba. Fue una hermosa y viva realidad de la parábola del hijo pródigo. El padre que abraza a su hijo y perdona y el hijo que pide perdón: una viva reconciliación. Fue emocionante y reconfortante ver al joven encontrarse con la muerte lleno de paz con Dios. Oremos por estos jóvenes para que se pueda encontrar la medicina que los sane, pero especialmente oremos para que encuentren el coraje que necesitan para estar en paz con el Padre.
Quisiera pedirles que en esta linda ciudad de Lima no se encuentre un hombre, una mujer o un niño que no se sienta amado. Si alguna vez encuentran personas así abandonadas, que no tuvieran quien las sane, por favor, les pido que pongan su amor en acción y las lleven a las hermanas, donde serán muy bien atendidas y serán bien amadas.
También quiero agradecerles a los padres que nos han entregado a sus hijos para ser sacerdotes, sus hijas para ser vírgenes consagradas. Hasta ahora hemos sido bendecidas con muchas vocaciones pero siempre necesitamos más. Rezaré por ustedes para que en este amor que se tiene unos a otros crezcan en santidad; la santidad no es el lujo de unos cuantos, sino que es un deber sencillo para cada uno de nosotros, porque hemos sido creados a imagen de Dios, para amar y ser amados, y si queremos crecer en esa santidad, tengamos a Jesús en nuestros corazones y creceremos en amor y unidad.
Cuando vemos la Cruz, sabemos cuánto nos ama Jesús; cuando miramos el tabernáculo, sabemos cuánto nos ama Jesús ahora; por eso es que les pido que le pidan a sus párrocos que les den el gozo de la adoración al Santísimo, siquiera una hora a la semana, donde puedan acercarse en familia, en paz y en amor a gozarse del amor. La paz, el amor y el gozo permanecerán en Lima si oramos unos por los otros. Que Dios los bendiga.