En 1998, en el proceso de su beatificación, el Vaticano, por unanimidad, reconoce sus virtudes. Y, entre las treinta mil gracias estudiadas, también por unanimidad, aprobó el milagro que salvó la vida de la niña Daniella. Sucedió en 1990. En la edad de cuatro años, sufriendo de hepatitis aguda, Daniella Cristina da Silva, desengañada, fue internada, en la fase terminal de su enfermedad.
Mediante el cuadro, sus padres y una tía, “con demasiada fe”, decidieron entregarla a la protección de Fray Galvão, dándole sus píldoras e iniciando fervorosa novena al venerable fraile.
Superando la hepatitis aguda, una bronconeumonía, una parada cardiorespiratoria, meningitis, faringitis y dos episodios de infección hospitalaria con paralización de los riñones y del hígado, Daniella, después de unos días, “corriendo y brincando”, dejó el hospital completamente curada. “Atribuyo a la intervención divina no solo la cura de la enfermedad sino su recuperación en general”, dice su médico asistente.
Reconociendo ese milagro y declarando Fray Galvão “el hombre de la paz y de la caridad”, S.S. el Papa Juan Pablo II elevó a la honra de los altares lo hijo que Guaratinguetá ofreció a la gloria de Dios.