Había una vez, un joven estudiante de arte de una gran universidad. Su profesor lo quería mucho. Un día, lo visitó a su habitación y quedó sorprendido ante lo que vió allí. mas que otra cosa, aquello parecía una galería de arte pornográfico. las paredes estaban llenas de desnudos de una crudeza incitante, posiciones indecorosas. el sexo y la carnalidad eran el tema principal de las pinturas, a las cuales no podía llamárseles obras de arte. El profesor se sintió sumamente desalentado y abandonó la habitación, pero no le dijo una sola palabra a su discípulo.
Sin embargo, pensó en lo que podía hacer para ayudar a aquel joven. Se le ocurrió una idea, buscó un hermoso cuadro de Jesucristo , se los regaló y le dijo:
Este cuadro es para que lo coloques en tu habitación...
El joven lo aceptó con muchísimo agrado e inmeiatamente se fue a colocarlo. Quiso hacerlo en la pared del centro, pero se dio cuenta que no era propio hacerlo ahí por los otros cuadros que lo rodeaban, y así fue probando, pared por pared...
En cada una de las cuatro paredes sucedió lo mismo, Jecucristo no cabía entre aquellos desnudos indecorosos.
Al fin, supo lo que tenía que hacer... Quitó todos los cuadros, los amontonó en el piso y colocó unicamente el de Jesucristo.