- El fariseo y el publicano (reconocer nuestro pecado) Lc.19, 10-14
- Los dos hijos (conversión) Mt.21, 28-31
- La higuera estéril (un Dios paciente y apremiante) Lc.13,6-9
- Los dos deudores (amor con amor se paga) Lc.7, 36-50
- El siervo sin corazón (perdón con perdón se paga) Mt.18, 23-35
- La oveja descarriada (Iniciativa amorosa del Padre) Lc.15, 4-7
- El Hijo pródigo (Regresar al Padre misericordioso) Lc.15, 11-32
EL
FARISEO Y EL PUBLICANO
Reconocer nuestro pecado.
Lucas 19, 10-14
En esta parábola del fariseo y el publicano la parte ostentosa y “mala” la hace un hombre que según la Ley era “bueno”, justo y cumplidor de la Ley.
La parte buena, regia, admirable, la hace un hombre que traficaba con su oficio, un recaudador de impuestos que se beneficiaba con las trampas y el chantaje.
Jesús presenta los hechos de tal manera que nos molesta el hombre justo puesto odiosamente de pie ante el altar y nos resulta en cambio agradable el hombre pecador que se golpea el pecho en el fondo del templo reconociendo su pecado.
En la parábola del hijo prodigo, ocurre algo semejante. El hijo menor, que abandona a su padre y malgasta sus bienes en una vida libertina, es el héroe de esta parábola. En cambio el hijo mayor que aparentemente es bueno, que es fiel a su padre, termina haciendo un papel mezquino.
En la parábola de la oveja descarriada es precisamente ésta el objeto de toda la fiesta. Las noventa y nueve no le dan al pastor tanta alegría.
En la parábola de los obreros de la viña, reciben una dura amonestación los que han trabajado todo el día. Los otros, los últimos, fueron pagados primero y con el mismo salario de los demás.
En la parábola del buen samaritano, el levita y el sacerdote, que llevan una investidura sagrada, se comportan sin corazón ante el herido. En cambio el papel de la perfecta caridad lo hace un pagano.
DESPERTAR EN NOSOTROS LA CONCIENCIA DEL PUBLICANO.
Nos presentamos como los más justos, los virtuosos y
más honorables que los demás. Aceptar que somos
pecadores y que estamos en un camino de conversión
Aceptar en lo íntimo de nuestro ser que somos pecadores.
Sin embargo, ser un “buen publicano” implica un
paso de conversión: reconocer el pecado y actuar para
vencerlo.
Mateo 21, 28-31
Sentido histórico de la parábola
Tiene un sentido histórico muy preciso: la clave la da la advertencia que dirige Cristo a los sacerdotes y ancianos del pueblo: Les aseguro que los publicanos y las mujeres de mala vida llegarán antes que ustedes al reino de los cielos.
Los dos hijos representan dos tipos de personas: los fariseos, escribas y príncipes de los sacerdotes por un lado; y los pecadores y publicanos por otro.
Estos, después de resistir a Dios, se convierten y se someten a El. Los otros, diciéndose justos, no cumplen la voluntad divina. Esta es la razon de por qué los “pecadores” precederán a los “justos” en el reino de los cielos.
Junto al sentido propiamente histórico, la parábola desborda otro sentido más universal e intemporal. Y es el sentido que nace, al margen del contexto, de la actitud en sí y por sí, asumida por los dos hijos que protagonizan el relato de Jesús.
Los dos hijos tipifican, en efecto, una actitud alternada de conversión y desconversión que es variante eterna del hombre.
La mayoría de quienes se entregan a Dios no suelen hacerlo de modo definitivo y perdurable. Con frecuencia la vida es un tejido de conversiones y desconversiones.
Evidentemente nuestro egoismo y debilidad nos obligan a asumir la conversión como una tarea de toda la vida. Una tarea, humilde y valiente a la vez, en pos de Aquel que “no fue sí y no, sino solamente sí” (2 Corintios 1,19)
Dentro de casa uno de nosotros hay un signo de contradicción: dentro de nosotros pelean Cristo y el Anticristo. Es decir, las exigencias del evangelio que entran en conflicto con nuestros instintos. Con nuestros reflejos animales, con nuestras instancias biológicas. Hay una lucha entre el amor y el desamor, entre la verdad y la mentira, entre la justicia y la ambición.
Nadie puede
elegir a Cristo sin que Cristo se le convierta automaticamente
en signo de contradicción. Acordémonos: “No
he venido a traer paz, sino espada”. Y siempre que le
damos a Cristo un lugar en nuestra vida, está El luchando
con nosotros contra el Anticristo que hay en cada uno de nosotros.
LA
HIGUERA ESTERIL:
Un
Dios paciente y apremiante.
Lucas 13, 6-9
Esta parábola expresa a la vez la urgencia de Dios en percibir frutos de conversión, y su tolerancia con la planta humana que se los debe dar. Pero en este caso el acento se carga no tanto en la paciencia de Dios cuanto en la exigencia de Dios.
Es al parecer la menos misericordiosa de las parábolas de misericordia. Pero es muy importante para darle dimensión y profundidad al misterio del amor y la misericordia de Dios. No podríamos formarnos una noción completa de estos, si no los pusiéramos en claroscuro con la santidad y la justicia de Dios. Si no mediara la posibilidad de un castigo, la bondad de Dios y su amoroso llamado al corazón del hombre carecerían de relieve, de dramatismo y hasta de seriedad.
La misericordia de Dios es un atributo esencial de Dios, pero no es un Dios débil, zonzo o a la buena, transigente, complaciente de todas las cosas.
Como personas creemos en un Dios serio, fuerte, eficiente, que sabe corregir y amonestar, que pone medios para obtener sus resultados y exige del hombre una contribución real para conseguirlos. Esto es lo que pone de relieve esta parábola.
Relatos paralelos:
Juan advierte: “Manifiesten su conversión con obras…el hacha está puesta en la raíz de los árboles.El árbol que no produce buen fruto, será cortado y arrojado al fuego. Mateo.3, 8-10
“El árbol que no produce frutos buenos, se le corta y se le arroja al fuego” Mateo. 7, 19.
“Al ver una higuera cerca del camino se acercó a ella, pero solo encontró hojas. Entonces le dijo: Nunca volverás a dar fruto. Y la higuera se secó de inmediato”. Mateo.21,19
Es importante para un creyente auténtico, que su relación personal con Dios esté fundada en el amor, no en el temor al castigo eterno. El temor al castigo no puede ser la causa del amor a Dios o de nuestra unión con El. Dios no quiere nuestro mal, está de nuestro lado y lucha con nosotros
LOS
DOS DEUDORES
Amor
con amor se paga
Lucas 7, 36-50
La clave de esta parábola esta en la pregunta de Jesús: “Quién lo amará más?
Jesús, que es el acreedor que tiene dos deudores, la pecadora y Simón, puntualiza el modo distinto de saldar su deuda el uno y el otro, oponiendo la actitud amorosa, ardiente de la pecadora a la remisa del fariseo, y deduce que, habiendo demostrado mayor amor la mujer, es de suponer que fuera como consecuencia de habérsele perdonado una deuda asimismo mayor. Poco ama, en cambio, aquel a quien poco se le perdona,
El mensaje de la parábola puede sintetizarse así: no se mide la situación real de un hombre frente a Dios, solamente por los pecados –muchos o pocos- que haya cometido. Hay mucha gente que no peca nunca o casi nunca, al menos espectacularmente, y que permanece toda su vida en la tibieza o en la pobreza del amor de Dios. Por el contrario, los amantes apasionados de Dios, se hallan con frecuencia entre los viejos pecadores.
Dos personajes: un fariseo de la burguesía, tiene la moral del hombre que vive bien, cumple la ley etc. Representa un genero de creyente sin pasión ni vibración, es de aquellos de quienes la Biblia dice que Dios los “vomita” de su boca porque no son ni frios ni calientes. (Apocalípsis)
Una mujer pecadora, una amante apasionada, que representa en cambio a quienes, de regreso de una vida desordena son capaces de amar plenamente al descubrir el valor de lo que aman.
EL
SIERVO SIN CORAZÓN
Perdón con perdón se paga
Mateo 18, 23-35
Esta parábola puede encuadrarse dentro de las enseñanzas del Padre nuestro. Puede ser el comentario a una de las últimas peticiones: “Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.
Jesús destaca en esta parábola que la razón por la cual debemos perdonar, es porque nosotros también necesitamos perdón. Somos pecadores. Esto nos debe llevar a una actitud de humildad y de amor.
La penitencia es una invitación a todos para que entremos en la dimensión del amor de Dios, de su misericordia, de su perdón a todos por igual. No hay acepción de personas.
Las enseñanzas de Jesús nos llevan a considerar que en el ser humano la caridad debe contar mucho más que la justicia.
Recordemos que en un primer tiempo era una Ley de represalia. Ver Génesis 4, 23-24. La venganza de Lemek será “setenta veces siete”.
En un segundo tiempo la Ley de justicia impuesta es una represalia igual: “ojo por ojo y diente por diente”. Es la Ley mosaica del talión. Exodo 21,23
En un tercer tiempo Cristo impone la caridad y el perdón: No hay represalia y debe haber perdon. Mateo 5, 38-39. “Han oído que se dijo ojo por ojo y diente por diente, yo les digo…”
Escuchemos la pregunta de Pedro: Mateo 18, 21-22. Cuántas veces debo perdonar…?
EL MANDAMIENTO DEL AMOR TIENE UNA NOTA ASCENDENTE:
Amar al prójimo como a nosotros mismos - Mateo.22, 35-39
Amar al prójimo como a Cristo Mateo - .25,40
Amar al prójimo como Cristo nos ama a nosotros - Juan.15,12
Amar al prójimo como Cristo ama al Padre - Juan.17,21-22
LA
OVEJA DASCARRIADA
Una fiesta en el cielo y en la tierra
Lucas. 15, 4-7
La conclusión de la parábola es una fuente de esperanza para el pecador arrepentido.
Jesús nos quiere decir que la conversión de un solo hombre a Dios es algo muy grande y valioso
Podemos decir en un lenguaje figurado que esta conversión implica “una fiesta en el cielo”. Hay un regocijo espiritual por una conversión. Aunque es una frase antropomórfica, nos ilumina cómo la bondad y el amor de Dios se pueden manifestar al modo humano de alegría como fue la del padre del hijo prodigo.
Hay una fiesta en la tierra desde el punto de vista de que nosotros también nos alegramos de que una persona recobre la paz espiritual y vuelva al buen camino.
A veces dudamos de los buenos propósitos de una persona que quiera iniciar su camino de retorno al Señor. Sin embargo aunque nos cueste trabajo creerlo, deberíamos alegrarnos y sentir el regocijo de quienes recuperan un amigo, de añadir un puesto mas en la mesa para compartir el pan. Es el momento de animar al hermano, de comprometerlo más, de apoyarlo y caminar con el.
Examinemos nuestras actitudes al respecto.
A veces pensamos que esta parábola no es para nosotros, pero fue dicha para todos. Cada uno de nosotros debe dejarse encontrar por el Buen Pastor, dejarse recoger por él para que nos lleve al redil y cada uno de nosotros puede, con su conversión a Dios, provocar una fiesta en el cielo.
EL
HIJO PRÓDIGO
Regresar
al Padre misericordioso
Lucas. 15, 11-32
Esta parábola resume los diversos temas y mensajes de las parábolas de conversión y perdón que hemos visto anteriormente.
Es una radiografía de todo el proceso de la conversión.
PRIMER MOMENTO: PECADO
1. “Un hombre tenia dos hijos”: Paternidad divina y fraternidad humana.
El mundo de la gracia esta construido sobre un esquema de familia: consiste en la paternidad de Dios y en la fraternidad de todos los hombres redimidos por Cristo.
2. “El menor dijo a su padre: Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde”:
Ruptura con el padre y con los hermanos.
Dentro del cuadro de familia cimentado sobre la gracia, el pecado supone una ruptura con el Padre y con los hermanos.
3. “Y el padre les repartió sus bienes”. Respeto a la libertad.
La conducta transigente del padre expresa de algún modo la lógica de libertad con que gobierna Dios a los hombres; no quiere esclavos sino hijos.
4. “Se fue a un país lejano”. El pecado es alejamiento de Dios.
El pecado se completa a través de un doble movimiento: dar las espaldas a Dios y volverse a las criaturas, entregándose al disfrute desordenado de las cosas de Dios en contra de Dios mismo.
5. “Malgastó todos sus bienes”. El pecado es la ruina de todos los valores.
El pecado reporta como triste consecuencia la quiebra y la perdida de los valores espirituales y humanos. El hombre retrocede a actitudes de animalidad.
SEGUNDO MOMENTO: ANGUSTIA, DOLOR DE CORAZÓN
1. “Comenzó a sufrir privaciones”: Experiencia de carencia y angustia producida por el pecado.
El pecado provoca estados negativos de vacío y penuria que pueden causar reacciones saludables hacia la reconquista de los valores perdidos.
2. “Entonces fue y se puso al servicio de uno de los habitantes”: Evasión y búsqueda de alternativas de Dios.(alienaciones)
El primer efecto del estado de angustia producido por el pecado puede ser embarcarse hacia nuevas lejanías y buscar sucedáneos del bien infinito que se ha perdido.
3. “Lo envió a su campo para cuidar los cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas”. Esclavitud y abyección.
El pecado termina en la esclavitud.”El que peca se hace esclavo del pecado” Juan.8,34.
4. “Pero nadie se las daba”: El pecado aisla, vacío y soledad.
Por mucho que se engañe con sus evasiones, no puede el hombre recibir de los sucedaneos de Dios lo que sólo Dios puede darle. El alejamiento de Dios conduce a la nada y al hambre total.
TERCER MOMENTO: ARREPENTIMIENTO, REGRESO Y CONVERSIÓN
5. “Entonces volvió en sí”: De la angustia a la reflexión y de la reflexión a descubir su verdadera identidad como hijo de Dios.
A través de las experiencias negativas derivadas del pecado, el Padre misericordioso revierte la situación y extrae de ella siempre un bien mayor. En este caso ha ido preparando el retorno del hijo rebelde.