Guido Adolfo Rojas Zamorano
Licenciado en Ciencias Religiosas
Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá
Correo Electrónico: collie@uniweb.net.co
Palmira - Valle del Cauca
Colombia - Sudamérica
Tabla de contenido:
I. CONTEXTO GENERAL
La palabra religión proviene del latín "religare" y quiere decir "unir" o "atar" al hombre, como criatura creada; con Dios, como ser creador y supremo. En las primeras civilizaciones, culturas y pueblos los elementos de la naturaleza como el sol, la luna, las montañas, lagunas y ciertos animales eran considerados como sagrados. Igualmente, se conservan restos de altares, monumentos y datos sobre honras fúnebres en homenaje a sus muertos.
II. RELIGIONES MONOTEISTAS Y POLITEISTAS
El primer grupo es la religión revelada que cree en un solo y verdadero Dios representado en el Judaísmo (4.000 años atrás) en Irak; el Cristianismo (siglo primero de nuestra era) en Israel; y el Islam (siglo VI D.C.) en Arabia Saudita. El segundo grupo, son las religiones naturales que creen en varios dioses mitológicos y legendarios corno el Animismo (20.000 años atrás) de los pueblos ancestrales de Africa, Asia, Oceanía, Australia y las regiones selváticas; el Hinduismo (3.500 años atrás) en la India; el Zoroastrismo (3.000 A.C) de la antigua Persia (Hoy Irán); el Budismo (siglo II A.C.) en el Nepal y el Sintoísmo (siglo VI D.C.) del Japón.
III. COSAS EN COMÚN
Para que se cumpla una religión en un plano general, es necesario tres instancias:
1. La existencia de un Dios o dioses a quien adorar.
2. La realización de un sacrificio en su honor como lo sangre de animales, frutas, oro e incluso en la antigüedad víctimas humanas como doncellas vírgenes y niños.
3. En toda sociedad, grupo, clan o tribu siempre ha habido una persona encargada de realizar oraciones y ofrendas en representación de los creyentes, que bien pueden llamarse: rabino para los judíos, sacerdote para los católicos, pastor o reverendo para los protestantes, imán para los islámicos, brahmán o gurú para los hindúes, bonzo para los budistas, o brujo, hechicero, curandero, chaman o zipa para los animistas.
Cada religión llama a su deidades con nombres propios como en el caso de lo trinidad hindú que son: Brahma (dios creador), Visnú (dios del amor) y Shiva (diosa de la guerra), o Buda (el iluminado) para el budismo. Ya en cuanto a las monoteístas los judíos en lo antiguo alianza le daban el nombre de Yahvé (El que es) (Exodo 3, 14), los cristianos en la nueva alianza le dicen Abba (Padre Nuestro) (Mateo 6,9), y los islámicos lo invocan con el nombre de Alá (el Misericordioso). Del mismo modo, todas tienen un fundador, enviado o profeta como Krisna en el hinduismo, el príncipe Shirdarta para el budismo, Abraham y Moisés en el judaísmo, Jesucristo para el cristianismo y Mahoma en el Islam. También tienen un libro sagrado como los textos Vedas (conocimiento) en el hinduismo, el Mantra (herramienta para la meditación) en el budismo, la Torá (ley mosaica) y el Talmud (ley escrita) para los judíos, la Biblia (palabra de Dios) para los cristianos y el Corán (versos sagrados) en el Islam. Además de sus propios calendarios, mandamientos, lugares de culto, ritos, normas y fiestas religiosas.
IV. DATOS ESTADÍSTICOS
De los 6.212 millones de habitantes que tiene aproximadamente la Tierra, 1.300 millones se declaran ateos, agnósticos o sin religión, 1.200 millones son islámicos, 1.071 millones son católicos, otros 1.000 millones de diferentes denominaciones cristianas, 750 millones de hinduistas, 300 millones de budistas, 100 millones de animistas, 15 millones de judíos entre otros.
V. LA RELIGIÓN VERDADERA
La única religión plenamente aceptado por el Altísimo es el cristianismo que abarca el nuevo pueblo de Dios (l Pedro 2,9 - 10); por la muerte de Cristo en la cruz (1 Corintios 1,18). Históricamente se inicia veintiún siglos atrás, cuando el Hijo de Dios funda la Iglesia Católico (Universal), en la persona del apóstol Pedro (roca) (Mateo 16, 16-18; Lucas 22,32; Juan 21, 15-17); tradición que se ha mantenido hasta nuestros días con el Papa Juan Pablo II.
VI. CISMA Y DIVISIONES
Hay que anotar que el cristianismo que tiene a Jesús como cabeza (Colosenses 1,18); su cuerpo conformado por los hombres, ha sido fracturado con el transcurso de los siglos (1 Corintios 11, 19). Primero se separó la Iglesia Ortodoxa (considerada como hermana de la Católica), en Constantinopla (Turquía) en el siglo XI. Posteriormente, en el siglo XVI en Europa con la reforma protestante, Martín Lutero en Alemania formó la Iglesia Evangélica, Juan Calvino en Suiza a los calvinistas o presbiterianos, y el rey Enrique VIII la Iglesia Anglicana de Inglaterra y la Episcopal en Estados Unidos. De estas tres iglesias se han multiplicado las diversas congregaciones como los metodistas, bautistas, mormones, adventistas, testigos de Jehová, asamblea de Dios, pentecostales y demás. En total se estima que existen unas treinta mil confesiones cristianas cada una interpretando la Biblia de una manera distinta; cumpliéndose así las palabras de san Agustín: "La división de los cristianos es el triunfo de Satanás". Mientras que la católica acepta a un solo Señor (Jesucristo), una sola fe (en la oración del Credo). y un solo bautismo (Efesios 4.5).
VII. LA SALVACIÓN UNIVERSAL
La Iglesia Católica como madre y maestra enseña que todas las criaturas humanas incluyendo a los no cristianos y ateos de buen corazón, están llamados al plan divino por caminos que el Padre Eterno conoce; pues "Jesucristo se ofreció en sacrificio para que nuestros pecados sean perdonados, y no sólo los nuestros, sino los de todo el mundo" (1Juan 2,2).
I. CONTEXTO HISTÓRICO
La vida de Jesús de Nazaret se inicia cuando se cumple lo escrito por el profeta Isaías, al nacer del seno de una doncella virgen judía en el año 749 de la fundación de Roma, en tiempos del reinado de Augusto César. En aquel entonces el País de Palestina era una de las cincuenta provincias de este basto imperio que abarcaba casi toda Europa, el Norte de Africa y el Medio Oriente.
Los judíos vivían una de sus peores crisis a nivel político y social, la clase dominante era regida por los Saduceos quienes tenían el control del Templo de Jerusalén, centro espiritual y de peregrinación del pueblo hebreo. Estos a su vez rivalizaban doctrinalmente con los Fariseos encargados de las Sinagogas, escuelas religiosas donde se hacía el estudio de los libros sagrados de la Torá. Del mismo modo, se encontraban los Herodianos que conformaban la corte del rey Herodes el Grande aliados de los romanos, también estaban los publicanos quienes recogían los impuestos para el César, entre ellos estaba el apóstol Mateo. Asimismo, los Celotes eran los guerrilleros que peleaban con las armas contra la dominación extranjera, en este grupo había militado Simón, otro de los compañeros de Jesús al igual que Barrabás; quien fue cambiado por el Señor a petición de los habitantes de la Ciudad Santa para morir crucificado.
II. LA PALESTINA DE JESÚS
Los Evangelios narran que el Mesías nació en Belén, la ciudad del rey David; de cuya estirpe real pertenecía su padre adoptivo José. Vivió treinta años en Nazaret y murió en Jerusalén, capital de Israel. Ya en cuanto a su vida pública la inicia a los treinta años de edad, cuando después de haberse hecho bautizar por su primo Juan Bautista en el río Jordán, empieza a recorrer durante tres años las aldeas y los campos de las cuatro provincias de Palestina (Judea, Galilea, Samaria y Perea) anunciando la "Buena Nueva", en especial a los pobres y marginados como los ancianos, las viudas, los huérfanos, los extranjeros al igual que los pescadores del mar de Galilea; entre los que se encontraban cuatro de sus apóstoles incluyendo a Pedro, a quien Jesús prometió en la región de Cesárea que sobre él edificaría su Iglesia al ser nombrado su primer pastor en la tierra. Esta labor apostólica ha continuado hasta nuestros días hasta llegar al Papa Juan Pablo II.
III. SU MISIÓN REDENTORA
Jesús cuyo nombre significa "Dios Salvador", recibió el título de Mesías en hebreo o Cristo en griego, que quiere decir "ungido" o "Sagrado"; con el que identificaban a los reyes, sacerdotes y profetas del pueblo escogido por Dios. Igualmente, para demostrar su naturaleza y misión divina realizó grandes prodigios como curar a los ciegos, leprosos, paralíticos, mudos, resucitar a los muertos, como a su amigo Lázaro, expulsar demonios, transformar el agua en vino, multiplicar en dos oportunidades los panes y los peces para dar de comer a más de cinco mil personas, calmar la tempestad con su voz, caminar sobre las aguas, y dejar ver su resplandor glorioso en el monte Tabor a sus tres más cercanos seguidores: Pedro, Santiago el "Mayor" y Juan, el discípulo amado.
La predicación de Jesús era de fácil comprensión y asimilamiento, resumiendo los mandatos de la ley mosaica en dos grandes principios: "Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo". También hablaba de que su cuerpo y su sangre se convertirían en una "Nueva Alianza" o "Pacto Eterno" en el que no solamente estaban incluidos los judíos sino también los paganos, llamados a formar por el bautismo una única Iglesia Universal (Católica en griego). para llevar este mensaje se valió especialmente de ejemplos y comparaciones con la vida cotidiana (parábolas). Sin embargo, fueron muchos los que no aceptaron tales palabras, pues mientras Jesús les hablaba de un "reino en los cielos", ellos esperaban un rey guerrero como había sido David, que los liberara del yugo de los idólatras romanos, y los convirtiera en "reyes de este mundo"; esperanza que todavía anhelan muchos de los llamados judíos ortodoxos. Todo esto le ocasionó una serie de grandes peligros, destierros, intentos de asesinatos, calumnias y traiciones por parte del Sanedrín (consejo de ancianos), al mando del Sumo Pontífice Anás y su yerno Caifás, quienes se valieron de la codicia de Judas Iscariote para vender a su Maestro por treinta monedas de plata, precio que era pagado en aquel tiempo por un esclavo.
IV. LA PASIÓN DEL SEÑOR
El arresto y el juicio de Jesús se produjo en tiempos de la Pascua, que era la máxima fiesta religiosa en la que se celebra hasta nuestros días, la salida del pueblo judío de la esclavitud en Egipto, comandados por Moisés. Ya en cuanto las acusaciones en contra suya fueron tanto de carácter religioso porque siendo un hombre se hacía llamar "Hijo de Dios", y de orden político, pues recibía de sus seguidores el título de "Rey de los Judíos", lo que era considerado un acto de rebeldía al entonces emperador Tiberio César. Fue esta última denuncia lo que obligó al procurador Poncio Pilatos a sentenciarlo a la pena capital de la Cruz, castigo solo reservado a los peores criminales y soldados que desertaban de las filas imperiales.
Sobre la tortura de Cristo el viernes santo, los evangelios nos narran de manera completa la gran cantidad de sufrimientos que tuvo que padecer, tales como las burlas y los insultos de los soldados, la coronación de espinas, los latigazos, los golpes con una caña en la cabeza, los puñetazos en la cara, el peso del madero desde el pretorio romano hasta el monte Gólgota o Calavera; y la terrible agonía de seis hora (9am a 3pm), acompañada de calambres, desgarre muscular en los brazos y espalda, las heridas abiertas, fiebre alta, deshidratación, un sudor frío que le bañaba todo el cuerpo, hasta experimentar la muerte por asfixia, según lo han concluido los médicos forenses.
V. LA RESURRECCIÓN Y LA NUEVA VENIDA
El domingo llamado El primer día de la semana, una de sus más fieles seguidoras, María Magdalena encuentra el sepulcro vacío; esta señal y las varias apariciones a sus amigos son las dos pruebas bíblicas que testifican su triunfal resurrección. Jesús permanece con sus apóstoles y discípulos incluyendo a su madre María durante cuarenta días, y regresa al cielo a la presencia del Padre en el monte de los Olivos. De aquí solamente volverá a la tierra en el día del juicio final (Parusía), donde será como un pastor que separe a las ovejas de las cabras; los buenos a la vida eterna y los malos a la condenación por los siglos de los siglos.
En el Antiguo Testamento el profeta Isaías había revelado al pueblo de Israel que el "Hijo de Dios" sería llamado el "Emmanuel" (7,14), que en Hebreo traduce "Dios con nosotros". Igualmente, el mismo profeta en otro de sus apartes lo llamó también "Dios invencible" (9,6); el autor de la carta a los Hebreos agrega: "mas del Hijo dice (el Padre): Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo, cetro de equidad es el cetro de tu reino" (1,8). Del mismo modo, el nombre de "Jesús" quiere decir en Hebreo "Dios salva"; así lo identificó el Arcángel San Gabriel al anunciarle a la Virgen María su misión (Lucas 1,31-33). Claro está, que el libro Bíblico donde más se hace alusión a la naturaleza divina de Jesús se encuentra condensado en el evangelio de San Juan; escrito en la ciudad de Efeso a finales del siglo I, por petición de los obispos de Asia, para refutar y aclarar el error teológico que empezaba a extender un hereje de nombre Cerinto en compañía de los ebionitas, los cuales negaban esta verdad de Fe. Así lo demuestra el párrafo inicial: "En el principio era el Verbo (la Palabra = Jesús), y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios" (1,1).
Las Sagradas Escrituras nos indican que Jesús no fue "creado" sino "engendrado" por el Padre Eterno (Salmo 2,7; Proverbios 8,25; Hechos 13,33; Hebreos 1,5; 5,5). Por lo tanto, "ha venido de Dios" (Juan 6,46; 13,13), bajado del cielo (Juan 3,13), siendo de "Naturaleza divina" (Filipenses 2,6); "Porque todo lo que Dios es, se encuentra plenamente en la persona de Cristo" (Coloseses 2,9). "Él es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es" (Hebreo 1,3). O también "la imagen del Dios invisible" (Colosenses 1,15). "Nadie ha visto jamás ha Dios, el hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado ha conocer" (Juan 1,18). Dios quiso habitar en la persona de Cristo (Coloseses 1,19), quien es de Dios (1 Corintios 3,23) y procede de Dios (Juan 7, 29; 8,42). "Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha hecho que el Hijo tenga vida en sí mismo" (Juan 5,26); pues la gloria de Dios brilla en la cara de Jesucristo (2 Corintios 4,6). "Cristo el que está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos" (Romanos 9,5), es la imagen viva de Dios (2 Corintios 4,4). Por esta razón, los fariseos lo atacaban porque siendo un hombre se hacía igual a Dios (Juan 5,18; 10,33).
Percatados de esta verdad, Cristo Jesús fue por eso adorado por los magos de Oriente (Mateo 2, 11), por el ciego de nacimiento al que le dio la vista (Juan 9,35-38), por las mujeres que se lo encontraron después de la resurrección (Mateo 28,9), por los apóstoles cuando lo vieron regresar a la presencia del Padre (Mateo 28,17; Lucas 24,52) y también por los ángeles del cielo (Hebreos 1,6). Cómo si fuera poco, el mismo Señor Jesús puso de manifiesto varias veces su naturaleza divina, pues "nadie conoce al hijo sino el Padre, ni al padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el hijo se lo quiera revelar" (Mateo 11,27), "el que no honra al hijo no honra al Padre que lo envió" (Juan 5,23). "Yo y el Padre somos una sola cosa" (Juan10,30), "el Padre esta en mí y yo en el Padre" (Juan10,38); porque "todo lo que tiene el padre es mío" (Juan16,15). Por todas estas declaraciones, el Unigénito de Dios puede decir con autoridad: "Nadie va al Padre sino por mí, si me habéis conocido a mí, conocéis también a mi Padre, y desde ahora lo conocéis y lo veis" (Juan14,7).
Asimismo, tanto San Pablo como San Pedro nombran a Jesucristo en sus cartas como "Dios y Salvador" (Tito 2,13; 2 Pedro 1,1); título que también recibe "Dios padre" (Daniel 6,27,1 Timoteo 2,3; 4,10; Tito 3,4). Es más, en la resurrección del Mesías, el apóstol Tomás exclama maravillado y convencido: "¡Señor mío y Dios mío!" (Juan 20,28); comparar con (1 Reyes 3,7: Salmo 86,12). Por su parte, el apóstol San Juan concluye diciendo: "Vivimos unidos al que es verdadero, es decir, a su hijo Jesucristo. Este es el Dios verdadero y la vida eterna" (1 Juan 5,20), comparar con (Juan 17,3).
El hijo de Dios sólo podía ser verdaderamente el Redentor del género humano, si adoptaba enteramente un cuerpo y un alma humana, con todo lo que implicaba haber tenido nuestra propia naturaleza (Hebreos 2,14). Sin embargo, por el mismo hecho de ser Dios, no tuvo en su vida terrenal caída alguna. "Porque él también estuvo sometido a las mismas pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó" (Hebreos 4,15), ya que "nunca cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca" (Isaías 53,9; 1 Pedro 2,22), "El es santo, sin mancha, apartado de los pecadores" (Hebreos 7,26), puesto que "ha sido hecho perfecto para siempre" (7,28), como hombre celestial (1 Corintios 15,47).
"Cuando se cumplió el tiempo, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer, sometido a la ley de Moisés" (Gálatas 4,4). "Por medio de los profetas, Dios había comunicado este mensaje que trata de su Hijo Jesucristo, Nuestro Señor, que como hombre es descendiente del rey David" (Romanos 1, 3-4), porque El mismo "tomando naturaleza de siervo nació como hombre" (Fllipenses 2,7). En cuanto a lo humano es de raza judía (Romanos 9,5), de la tribu de Judá (Hebreos 7,14), pues "por un poco tiempo, Dios hizo (a su Hijo) algo menor que los ángeles" (Hebreos 2,9); teniendo un desarrollo normal, ya que fue creciendo en cuerpo y mente, gozando del favor de Dios y de los hombres (Lucas 2,52; Proverbios 3,4). José enseñó a Jesús un oficio a fin de que pudiera valerse por sí mismo, de modo que sus paisanos no solo lo conocían como "el hijo del carpintero" (Mateo 13,55), sino también como el "carpintero" de Nazaret (Marcos 6,3).
De la vida pública de Jesucristo las Sagradas Escrituras nos aportan una abundante información sobre las necesidades físicas, virtudes y pasiones que sintió en carne propia. Pues experimentó el aguijón del hambre (Mateo 4,2; 21,18; Lucas 24,41-42), le pide agua de beber a la mujer de Samaria (Juan 4,6-8), siente nuevamente sed cuando esta en la cruz (Juan19, 28-30). En varias ocasiones llega al cansancio y el agotamiento físico(Marcos 4, 38; Juan 4,6), oraba en las madrugadas (Marcos1,35) y al final del día (Mateo14,23), predicaba el mensaje de la salvación en aldeas y pueblos (Mateo 9,35), en las sinagogas y el templo (Juan 18,20), se retira a descansar a solas con sus apóstoles (Marcos 6, 30-32). Era un hombre pobre (2Corintios 8,9), que no tenía "donde recostar la cabeza" (Mateo 8,20). Vestía discretamente (Lucas 7,25; Juan 19,23), cargaba una túnica (o capa) (Lucas 8,44), usaba bastón (Marcos 6,8) y calzaba sandalias (Marcos 6,9). No obstante, y a pesar de vestir modestamente, su personalidad era atrayente; pues tenía una mirada penetrante (Marcos 5,32-33; 8,33); conocía el corazón de los hombres (Juan 2,24-25; 6,64). Los apóstoles y los discípulos sienten temor y asombro, por sus predicaciones y prodigios (Marcos 4,41; 6,51; 9,6.32; 10,24.32); por eso lo llamaban "Maestro y Señor" (Juan 13,13); también los fariseos tienen miedo, porque la gente estaba admirada por sus enseñanzas (Marcos 11,18; Juan 7,15.32); al igual que toda la multitud (Marcos 9,15); "porque lo hacia con plena autoridad, y no como sus maestros de la ley"(Mateo 7,28-29; Lucas 4,22.32); ya que hablaba con la verdad (Marcos 12,14), "y comenzaron a alabar a Dios, diciendo -Un gran profeta ha aparecido entre nosotros" (Lucas 7,16); porque "enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos" (Lucas 4,15); otros decían -Este es el Mesías" (Juan 7,40-41), el "Hijo de David" (Mateo 15,22). Igual admiración despertaba por sus milagros (Marcos 2,12; Mateo 15,31).
Del mismo modo, el Salvador del mundo fue profundamente sensible con las criaturas humanas (2 Corintios 10,1); a todos los que lo sigue lo llama "amigos" (Juan 15,14); es tierno con los niños que se acercaban a El (Marcos 10, 13-16); siente cariño ante la primera confesión del Príncipe de la sinagoga (Marcos 10,20-21); es paciente y humilde de corazón (Mateo 11,29); ama la justicia y odia la maldad (Hebreos 1,9); es eternamente misericordioso con los hombres (Hebreos 7, 25; 1Juan 2,1; Judas 21); intercede ante el tribunal de su Padre por toda la humanidad (Romanos 8,34; 1Timoteo 2,5; Hebreos 7,25); porque El es "santo y justo" (Hechos 3,14). Multiplica en dos oportunidades los panes y los peces, por que tiene compasión con la multitud hambrienta que lo seguía a todas partes (Mateo 14, 13-21; 15, 32-38); y por los dos ciegos de Jericó que le piden que les devuelva la vista (Mateo 20,34); se conmueve con el leproso que le pide de rodillas que lo cure de su enfermedad (Marcos 1,40-42); por la viuda de Naín que llora a su hijo muerto (Lucas 7,13); y por toda la gente "porque estaban angustiados y desvalidos como ovejas, que no tienen pastor" (Mateo 9,36 ; Marcos 6,34). Ama intensamente a los apóstoles hasta el final (Juan 13, 1; 15, 9-10), al igual que a toda la humanidad (Efesios 3,19; 5,2). Tiene alegría por la buena cosecha espiritual de los setenta y dos discípulos (Lucas 10,21), se admira por la fe del capitán romano en Capernaum (Lucas 7,9), y asombro ante la noticia de la muerte de Lázaro en Betania (Juan 11,33), también siente enojo y a la vez tristeza por los judíos que dudaban de su poder curativo (Marcos 3,5; 9,19), además de ira santa por los mercaderes que habían profanado el templo de Jerusalén (Juan 2,13-16; Mateo 21, 12-13). Llora por el terrible castigo que le aguardaba a la Ciudad Santa (Lucas 19, 41-44), y por el fallecimiento de su amigo (Juan 11, 35). Incluso, su humildad se vio probada al lavarle los pies a sus discípulos en el cenáculo, antes de la última cena (Juan 13,5).
Al acercarse los días de su trágico destino, sufre intensamente por la prueba que tendrá que padecer (Marcos 8, 31; Lucas 12, 50; 24,26). Le duele la traición de Judas (Juan 13, 21). Llegada la hora suprema vive una tremenda angustia en el jardín de Getsemaní (Marcos 14, 35-36; Juan 12, 27), hasta el punto de que su sudor se convirtió en grandes gotas de sangre que le caían por el rostro (Lucas 22, 44). Pues "mientras Cristo estuvo viviendo aquí en el mundo con voz fuerte y muchas lágrimas, oró y suplicó a Dios; quien tenía poder para liberarlo de la muerte" (Hebreos 5,7). Sin embargo, " era un hombre lleno de dolor, acostumbrado al sufrimiento" (Isaías 53,3; 1 Pedro 2, 21). Ya en la cruz se encuentra abandonado por su padre en los cielos (Mateo 27, 46; Salmo 22, 1-2). Finalmente grita y muere con dolor (Mateo 27,50).
Todo esto pasó " porque Cristo mismo sufrió la muerte por nuestros pecados, una vez para siempre. El era bueno, pero sufrió por los malos, para llevarlos a ustedes a Dios" (1 Pedro 3,18). "Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió a obedecer" (Hebreos 5,8), y "se humilló a sí mismo, y por obediencia fue a la muerte, a la vergonzosa muerte de la cruz" (Filipenses 2,8). Por esta razón, "no hay duda de que el secreto de nuestra religión es muy grande: Cristo se manifestó en su condición de hombre, triunfó en su condición de espíritu y fue visto por los ángeles. Fue anunciado a las naciones, creído en el mundo y recibido en la gloria" (1 Tmoteo 3, 16).