I. ¿Qué es la Catequesis?
II. La Historia de la catequesis
III. Los elementos fundamentales en catequesis
IV. Principios fundamentales en catequesis
V. Bases teológicas para una catequesis actualizada
VI. El perfil del catequista
VI. El perfil del catequista
1. Vocación y fisonomía del catequista
a) Papel vital de la vocación del catequista:
Hace años, no sólo constatamos índices bajísimos de formación cristiana en las grandes masas por falta de catequesis. La conclusión era clara: urgía una acción evangelizadora. Decidimos contratar catequistas que evangelizaran todo el tiempo disponible de la semana, con la finalidad de acelerar la acción catequizadora.
La acción eficaz de los catequistas permitir a los sacerdotes dedicarse más a su específica labor ministerial. Pero, para lograr este avance de la corresponsibalidad eclesial, los catequistas deben vivir con actitud misionera y apostólica. Deberán tener formación integral.
b) ¿Qué es un catequista? Fisonomía teológica:
Vamos a analizar cómo ven la Biblia y los documentos del Magisterio de la Iglesia la fisonomía del catequista. Pero, cuando el catequista es dócil a la Palabra de Dios y la transmite con fidelidad, es Dios quien habla por él. Se convierte en instrumento de la Palabra vivificadora.
c) ¿Qué es un catequista? Fisonomía humana:
El catequista es un educador. Tiene que educar la fe. Pero la fe es don sobrenatural.
Características prioritarias del catequista:
- El compromiso eclesial.
- El sentido misionero.
- La iniciativa.
- La superación integral.
- El trabajo en equipo.
- La prudencia
- La coherencia en su condición de evangelizadores
- El sentido ecuménico
Un buen catequista, además de educar la fe de quienes reciben sus cursos, puede tener unos frutos indirectos:
- Promover la vitalidad de la parroquia
- Promocionar socialmente a sus comunidades.
- Detectar y enviar vocaciones al Seminario mayor y menor, y a conventos de religiosas.
- Facilitar el acercamiento de católicos alejados con la parroquia
- Frenar el avance de las sectas
En resumen, un buen catequista se distingue por su profesionalidad. La profesionalidad hace que toda la vida del catequista refleje el mensaje que transmite con alegría. Preferentemente, los catequistas deben ser autóctonos, para que tengan más capacidad de inculturación.
d) El ministerio del catequista:
En algunas diócesis, se ha establecido el ministerio del catequista como una estructura estable y respaldada por la Jerarquía para desarrollar la Nueva Evangelización. Es muy conveniente este ministerio, por ser el catequista parte vital en la predicación y en la vida de la Iglesia. Recordemos que un ministerio es dar valor público y respaldo comunitario a una tarea eclesial. El catequista es un ministro de hecho, porque tiene su valor ante todos y la comunidad lo necesita.
2. La formación del catequista
La formación debe equilibrar la capacitación intelectual con la experiencia real. Es decir, es indispensable la formación por la acción. Es necesario definir el modelo de catequista que se desea conseguir, de acuerdo con las necesidades o con los programas de trabajo. Un buen programa de formación de catequistas debe tener mecanismos de acompañamiento para ayudar a cada uno ante las dificultades y preguntas que le vayan surgiendo en su trabajo. Debe evaluarse el avance o las necesidades del programa educativo, para precisar cuáles variantes o novedades se requiere incluir en el programa inicialmente previsto. Debe procurarse siempre el equilibrio en los cuatro sectores esenciales de la formación del catequista:
a. Formación doctrinal:
La formación del catequista inicia con una buena base doctrinal.
Sean amplios o reducidos, los programas de formación doctrinal para catequistas deben armonizar siempre las cuatro áreas esenciales de la doctrina cristiana: credo, moral, sacramentos y espiritualidad.
El catequista necesita conocer cuáles verdades tienen sólido fundamento y cuáles son opinión de escuela. Es decir, el catequista necesita doctrina segura para diferenciarla de las múltiples ideologías existentes.
b. Formación espiritual:
El catequista necesita acrecentar su experiencia de Dios durante toda su formación.
El catequista necesita fuertes experiencias eclesiales para crecer en sus motivaciones evangélicas.
El catequista debe realizar un proceso constante de superación en su compromiso de fe durante todo el periodo de formación.
Es importante desarrollar una actitud eclesial de unidad y de corresponsabilidad que permita al catequista saber trabajar junto a los otros y dejar trabajar a los otros.
El catequista debe educarse en la fidelidad a la Iglesia.
La formación debe aportar al catequista la conciencia de poseer una misión evangelizadora.
Toda la formación del catequista debe construirse sobre el amor personal a Jesucristo y a la Virgen Santísima.
c. Formación metodológica.
Un catequista se forma mejor mediante una metodología activa.
La formación del catequista también debe ser práctica.
Es preciso enseñar al catequista el uso adecuado de los instrumentos más comunes e inmediatos de la catequesis: audiovisuales, catecismos, textos, pizarrón, etc.
Hay que desarrollar mucho la capacidad de comunicación en el catequista.
El catequista debe aprender a realizar el análisis de la situación del ambiente en que debe trabajar.
d. Formación humana.
Muchos catequistas latinoamericanos tienen urgente necesidad de completar su formación humana.
La formación del catequista necesita desarrollar las virtudes humanas.
El catequista necesita recibir valores humanos muy sólidos y en todos los niveles (de sobrevivencia, culturales, sociales, artísticos, morales y transcendentales).
El proceso formativo del catequista debe enseñarle a analizar y enjuiciar equilibradamente las personas y los acontecimientos que van cruzándose en su vida. La cultura cambiante, llena de antivalores consumistas y superficiales, exigen una jerarquía de valores definida y valiosa al catequista actual, para que pueda adaptarse y transformar evangélicamente a su comunidad.