Por: Dr. Luis E. Ráez
El 4 de julio de 2002, la prestigiosa revista científica Nature publicó un artículo en el que se explica cómo inmediatamente luego de la fecundación (unión del óvulo y el espermatozoide), el cuerpo humano del embrión empieza a seguir un plan de desarrollo ya «determinado». A pesar de estos descubrimientos científicos, gente de poca fe, partidarios del aborto y defensores de la clonación promueven la idea de que luego de la fecundación, el ser humano es un «conjunto de células» y sólo cuando llega al útero para implantarse (entre 7 y 8 días después de la concepción), las células empiezan a diferenciarse en tejidos y órganos constituyendo un ser humano. A partir de esta idea, muchos científicos justifican la experimentación y destrucción de embriones, porque los consideran seres humanos sólo desde el momento de la implantación. Con el aval de la ciencia, la Iglesia Católica siempre ha considerado esta idea errada por atentar contra la vida de embriones humanos formados biológica y espiritualmente desde el momento de la fecundación.
Los descubrimientos del Dr. Richard Gardner de la Universidad de Oxford publicados en Nature demuestran que 24 horas después de la fecundación el nuevo embrión ya tiene definido el eje de su cuerpo (qué parte será la cabeza y cuál la columna) y sus sucesivas divisiones celulares ya demuestran que las nuevas células empiezan a seguir un plan claramente predeterminado, es decir que ya tienen funciones asignadas. Más sorprendente aún resulta otra investigación de la Dra. Magdalena Zerniclka-Goet'z del Wellcome Cancer Research Institute de Inglaterra que señala el acto de la fecundación como el que determina la posición de la cabeza del nuevo ser y postula que probablemente el punto de entrada del espermatozoide al óvulo constituye el ecuador del nuevo ser. Es decir, el lugar donde empezarán a realizarse las múltiples divisiones celulares. En esta línea, el profesor Alan Handyside de la Universidad de Leeds en Inglaterra opina que manipular cualquier célula del embrión puede ocasionar un daño irreversible en el nuevo ser humano por lo que pone en duda la validez de la experimentación con embriones durante los procesos de clonación o extracción de células estaminales que -como es sabido- siempre implican la destrucción de un nuevo ser.
Hasta que comenzó el debate sobre el aborto legal en Estados Unidos y el resto del mundo en la década de los '70s, los médicos y científicos teníamos una opinión unánime sobre el inicio de la vida. Esto fue posible gracias a los descubrimientos de la ciencia moderna que demuestran que al unirse los dos gametos (óvulo y espermatozoide) el nuevo ser tiene todo el material genético necesario para desarrollarse y crecer. En 1974, a la luz de la ciencia, la Congregación para la Doctrina de la Fe enfatizó en el debate sobre el aborto que «con la fecundación inicia la aventura de una vida humana, cuyas principales capacidades requieren solamente tiempo para desarrollarse y poder actuar».
El interés comercial detrás del aborto, la clonación, la experimentación con células estaminales y embriones humanos, lleva a muchos «científicos» modernos (ginecólogos incluidos) a cambiar arbitrariamente las definiciones de «fecundación» o «concepción» como el momento del «inicio de la vida» por la de «implantación del embrión al séptimo día». Al suplantar la fecundación por la implantación, se permite que durante seis o siete días el embrión quede indefenso, pueda ser manipulado y hasta destruido impunemente. El artículo de Nature es una nueva prueba de lo que siempre supimos por fe: desde el momento de la fecundación existe un nuevo ser que es sujeto de derecho, merece protección y posee una dignidad humana única y universal.
El Papa Juan Pablo II y sus antecesores como Pío XII, Juan XXIII y Pablo VI, en diversos documentos precisan que la vida del ser humano debe ser respetada desde la concepción porque el hombre es la única criatura que Dios ha querido «por sí misma», cuya alma ha sido creada por Dios «inmediatamente» a su imagen y con quien ha entablado una relación especial.
En la encíclica Evangelium Vitae o Evangelio de la Vida, Juan Pablo II nos da la clave para entender este misterio al reflexionar sobre el Salmo 139: «El hombre desde el seno materno, pertenece a Dios que lo escruta y conoce todo, que lo forma y lo plasma con sus manos, que lo ve mientras es todavía un pequeño embrión informe y que en él entrevé el adulto de mañana cuyos días están contados y cuya vocación está escrita en el libro de la vida» (Evangelium Vitae 61).
Referencias:
1) Developmental biology: Your destiny, from day one. Nature July 4, 2002; 418:14-5