Dr. Luis E. Ráez
El embarazo no es una enfermedad, sin embargo, muchas veces los médicos y pacientes lo enfrentan como un mal y buscan formas de evitarlo a como dé lugar. Una de estas maneras lamentables es la esterilización voluntaria del esposo o la esposa.
La esterilización se realiza a través de procedimientos quirúrgicos simples. Hoy en día es una de las técnicas más usadas en planificación familiar a nivel mundial y un modo de controlar el crecimiento poblacional en los países subdesarrollados. Casi las tres cuartas partes de las esterilizaciones se realizan en mujeres. En estos casos, la técnica más común implica cortar, quemar o «ligar» las trompas de Falopio, que es el lugar donde ocurre la concepción y se forma el embrión humano, el mismo que viaja al útero donde crecerá por los siguientes nueve meses. La «ligadura de trompas» se logra con diversos procedimientos de cirugía menor realizados sin necesidad de hospitalizar a la paciente. También se puede practicar durante una cesárea. En el caso de los varones, la esterilización se puede lograr a través de un procedimiento quirúrgico ambulatorio, que es incluso más sencillo y menos riesgoso. Las complicaciones médicas incluyen generalmente sangrados, y daños de otros órganos en el abdomen o vasos sanguíneos, pero son raras. Cualquiera que sea la técnica que se utilice, la esterilización provoca esterilidad permanente. Ha ocurrido que algunas personas se arrepienten y luego buscan someterse a una cirugía para revertir la esterilidad, el procedimiento común es la llamada Microsurgical Tubal Reanastomosis (MTR), más complicado que la esterilización, requiere una cirugía más compleja e implica riesgos mayores que la ligadura de trompas u otras técnicas de esterilización.
La esterilización se clasifica como indirecta cuando se practica en mujeres que, por ejemplo, padecen cáncer y se les debe extirpar un tumor con el útero y las trompas. Existe un principio moral llamado de «totalidad» que justifica el sacrificio de un órgano por la supervivencia de la persona. En este caso lo que está en vigor es el hecho de que el cuerpo es base y condición necesaria para el resto de la vida psicológica y espiritual de la persona. Por lo tanto, si una parte está enferma y afecta a todo el cuerpo o pone en grave peligro la salud o vida entonces queda justificada su supresión, si no hay otro remedio. La esterilización directa ocurre cuando la mujer o el hombre la buscan con el fin de no tener hijos, y no existe riesgo de salud alguno. El problema comienza cuando se quiere presentar como «indirecta» o «necesaria» esterilizaciones que buscan evitar el nacimiento de nuevos hijos. Éste es el caso de aquellas personas que tienen varios hijos y creen que sería una carga económica «grande» tener uno más, o las mujeres fértiles mayores de 40 años que piensan que sería «peligroso» resultar embarazada porque podrían concebir un niño con Síndrome de Down (retardo mental), etc.
El Catecismo de la Iglesia Católica establece claramente que «exceptuados los casos de prescripciones médicas de orden estrictamente terapéutico, las amputaciones, mutilaciones o esterilizaciones directamente voluntarias de personas inocentes son contrarias a la ley moral» (CIC 2297) y «la regulación de la natalidad representa uno de los aspectos de la paternidad y la maternidad responsables. La legitimidad de las intenciones de los esposos no justifica el recurso a medios moralmente reprobables (p.e. la esterilización directa)» (CIC 2399). El Magisterio de la Iglesia ofrece muchas enseñanzas sobre la esterilización directa y la condena por ir contra ley natural. El Papa Pío XI desarrolló este argumento en su encíclica Casti Connubii, en 1930. El Pontífice enseñó que el hombre tiene un dominio limitado sobre los miembros de su cuerpo. En este ámbito del dominio limitado es que se sitúa la legítima aplicación del principio de la totalidad. El Papa Pablo VI, en su encíclica Humanae Vitae , enfatiza no sólo que la esterilización es una manipulación arbitraria del cuerpo humano, sino también un desorden moral intrínseco, ya que separa deliberadamente el aspecto procreativo (dimensión corporal) del aspecto unitivo (dimensión corporal y espiritual) del acto conyugal. En su encíclica Evangelium Vitae , el Papa Juan Pablo II reitera la condenación del control demográfico y, en este contexto, el de la esterilización demográfica. En esta ocasión el Pontífice subraya que dicho control demográfico es una conjura contra la vida que ha sido planeada de forma científica y sistemática.
Con esto, no queremos cerrar las puertas a las parejas que creen que deben planificar su familia espaciando el nacimiento de hijos o no teniendo más niños. Muchas veces las parejas se olvidan que existe la Planificación Familiar Natural (PFN), que debidamente aprendida, tiene una eficacia comparable a la esterilización y moralmente es aceptada. ¡Si las parejas no han aprendido todavía la PFN y creen que deben planificar su familia, tienen una buena oportunidad para hacerlo!