Es bueno caminar en pos del Señor (Eco 46,12)
Joven sacerdote de 24 años, ordenado el Sábado Santo de aquel crucial 1936. Con todo, su vocación sacerdotal ya se apuntaba siendo niño de diez años. Le costó porque sus dotes intelectuales poco brillantes, no se lo facilitaron. Su ilusión era ser misionero entre infieles. No tuvo ocasión, pues no había acabado la carrera.
Al dispersarse la Comunidad de Valencia, fue acogido por una piadosa familia. Sólo unos días pudo estar allí, ya que era serio el peligro para los que escondían sacerdotes. Después de muchas peripecias logró reunirse con sus familiares, colaborando con ellos en las faenas del campo, con peligro de ser reconocido. Cuando se lo decían, recordaba las víctimas precedentes, y decía: «Ellos me han enseñado el camino del martirio».
Posiblemente denunciado, no tardaron en encontrarlo. Fue encarcelado y fusilado poco después, tiempo en el que dio muestras de gran serenidad y óptimas disposiciones para el martirio. En sus últimos días lo único que le preocupaba eran las molestias o perjuicios que podía ocasionar a los suyos. Ante lo que le podía venir, decía: «Dios me ayudará». Y sin duda le ayudó.