Después de las elecciones de febrero de 1936, que dieron la victoria al Frente Popular, fue detenido el cura regente de Turís, don Fernando González Añón, con motivo de haberse opuesto a la incautación del cementerio, en el que destrozaron cruces y lápidas; después las autoridades municipales sellaron las puertas de la iglesia parroquial y el día 10 de mayo de 1936 pusieron un petardo en la puerta secundaria de la misma, siendo cerrada también la ermita de la Patrona, suprimido el culto y prohibidos los entierros con la solemnidad debida y el toque de campanas.
Cuando estalló el movimiento revolucionario en el verano de 1936 fue incendiado el templo y destruida parcialmente la ermita y comenzó la persecución de sacerdotes y religiosos y también de los católicos más destacados. Ante estos desmanes la población protestó.
El párroco fue asesinado el 27 de agosPersecuciónto de 1936, siendo voz corriente que sufrió martirio cruento, perdonando a sus propios enemigos. El coadjutor de la parroquia, don Andrés Monzó, fue encarcelado. Las religiosas de la Doctrina Cristiana tuvieron que salir de su casa y fueron obligadas a abandonar el pueblo. La superiora de la comunidad, sor María Gracia, fue asesinada en Valencia el 20 de noviembre de 1936, junto con otras 17 religiosas de su congregación, todas ellas beatificadas por Juan Pablo II el 1º de octubre de 1995. En Turís no fue asesinado ningún seglar.
La parroquia fue convertida en casa del pueblo, donde se estableció un bar y después una fábrica de alpargatas. Fueron destruidas un total de 60 imágenes, así como todos los altares y retablos y un valioso órgano de dos teclados. Entre las piezas maltratadas había valiosos lienzos y tablas de pintores valencianos famosos de los siglos XIV, XVII y XVIII. También perecieron numerosos ornamentos y vasos sagrados, candelabros, campanas y otros enseres y obras de arte de valor incalculable. Todas las imágenes sagradas fueron quemadas, unas en el interior de la Iglesia y otras en las afueras.
El culto público fue totalmente prohibido desde febrero de 1936 hasta el 18 de julio del mismo año y el privado también fue prohibido durante los tres años de la guerra civil. Los milicianos se revistieron de ornamentos sagrados para escenificar profanaciones del culto y de la religión de una forma escandalosa.