Por gracia de Dios soy lo que soy (2 Co 15,10)
Amigo inseparable del P. Felicísimo, y de su misma edad, lo fueron hasta el martirio. Temperamento nervioso tuvo que hacer grandes esfuerzos para aclimatarse a la vida religiosa. Con todo, dio muestras de sólida vocación religiosa, en especial en la caridad para con enfermos.
La noche en que se consumó el sacrificio, los nervios le motivaron una crisis, que unas palabras del P. Antonio L. Couceiro calmaron inmediatamente. Así continuó a la altura de los demás. El ejemplo, fortaleza y oportunas palabras del P. Antonio fueron el aliento definitivo que necesitaba el P. Saturio. En cambio, el P. Couceiro, traspasado de Cristo, pudo decir: «Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha compartiendo con ellos el mismo ánimo que recibimos de Dios» (2 Co 1,4). El P. Saturio fue el gran beneficiario en este caso.