Como el incienso que arde sobre la ofrenda (Eco 50,9)
Era el más joven del grupo, pues contaba 21 años de edad y llevaba ocho meses de noviciado para clérigo. Vocación sacerdotal mantenida durante diez años y que le impulsó a ingresar en la Orden, en 1935, a raíz de unas visitas a Lourdes. Al tener que salir del Convento como los demás, pensó unirse al grupo que se dirigía a pie a Zaragoza, pero su delicada salud le desaconsejaba que emprendiese tan larga caminata. Intentó refugiarse en casa de su abuelo paterno, en un pueblo a pocos kilómetros de Calanda. De camino se encontró con el P. José M. Muro y juntos decidieron afrontar la aventura. Al llegar al término municipal de Castelserás, desconocedores de aquellos parajes, pidieron orientación para dirigirse a Alcañiz. Traicionados por una mujer que les orientó hacia una patrulla de milicianos, fueron detenidos y encerrados en un lóbrego calabozo. Fueron sometidos a un juicio en medio de burlas y frases sumamente ofensivas, que recibieron con la cabeza baja y en silencio. Al joven fray Joaquín se le prometió la libertad si gritaba «¡Viva el comunismo!». A lo que él contestó por tres veces «¡Viva Cristo Rey!».
Fueron fusilados en las afueras del pueblo.