Su memoria vive en bendición (Eco 45,1)
Formador de jóvenes aspirantes a la vida dominicana durante muchos años, y posteriormente varón dedicado al ministerio en el culto en la iglesia conventual. Apóstol de la Eucaristía y promotor de la devoción al Rosario.
Procedente de una familia de hondas raíces cristianas, llegó al martirio al mismo tiempo que su hermano Miguel, terciario dominico, padre de familia, víctima de la persecución del 1936, por su catolicismo a ultranza, y defensor de la fe.
Al tener que dejar el convento y refugiarse en una casa vecina, fue testigo del incendio de la iglesia y de su capilla del Santísimo, que le afectó profundamente. Para no comprometer a sus protectores tuvo que cambiar de refugio hasta parar en una pensión dirigida por extranjeros, donde se consideró seguro. De todos modos se había hecho a la idea del martirio, si era la hora de Dios.
Su misma fidelidad al sacerdocio le delató. Preguntado si era sacerdote contestó rotundamente que sí. No hacía falta más. Después de dos días de encierro, en los que fue muy molestado, fue fusilado en un suburbio de Barcelona. Fue sereno y contento. Envió a su madre un recado de que estaba contento. Tenía 45 años.