Fraile sencillo pero de personalidad recia y temperamento vigoroso, que demostró al hacer frente a los estudios eclesiásticos, que le costaron mucho. Su tenacidad y espíritu religioso le permitieron alcanzar el grado de Lector. Ejerció como profesor, y en 1936 era Maestro de Novicios y Subprior en el Convento de Calanda (Teruel).
Alejado el Convento de grandes ciudades, era peligroso en caso de conflicto. Al llegar la persecución, el P. Lucio se preocupó de que los jóvenes saliesen del Convento y buscasen acogida fuera de Calanda, mirando a Zaragoza. Al despedirlos con su bendición les aconsejó que de llegar el caso de dar la vida por la fe, lo asumiesen con valentía.
Él con algunos religiosos quedaron en el Convento que al ser asaltado, tuvieron que refugiarse en casas particulares. Al amenazar de muerte a los que tenían frailes en la casa, salieron a la calle donde fueron apresados, y dos días después fusilados. Subidos al camión que los llevaba al lugar del martirio, inició con voz poderosa el rezo del Rosario hasta el lugar del suplicio, en el que manifestaron su perdón a todos, consumando el sacrificio de su vida al grito de ¡Viva Cristo Rey!