Justo Lerma Martínez, que éste era su nombre civil, nació en Torrent, diócesis y provincia de Valencia, el 12 de noviembre de 1886. Sus padres pertenecían a la Venerable Orden Tercera Franciscana.
De pequeño frecuenta las clases y catequesis del Convent, y pertenece a la Real Pía Unión de San Antonio de Padua. Viste el hábito amigoniano el 14 de abril de 1905, y dos años después emite su primera profesión religiosa como religioso coadjutor. Fray Francisco nunca manifestó deseos de acceder al sacerdocio.
En el Real Monasterio de Yuste, Cáceres, ejerce su ministerio los cinco primeros años de vida religiosa, y los veinticuatro restantes en el Colegio Fundación Caldeiro, de Madrid, en cuya fraternidad le sorprende la guerra civil.
Fray Francisco fue agraciado de unas dotes pedagógicas no comunes para el ejercicio de la docencia. En tan acertada labor no pocas veces llegaron al Colegio Fundación Caldeiro comisiones de catedráticos con la exclusiva finalidad de felicitar al religioso que tan bien preparaba a los alumnos.
Desalojado el centro y transformado en checa, Fray Francisco emprende el camino de su pueblo natal, refugiándose en la casa paterna. Detenido por orden del comité local es llevado a la cárcel del pueblo, de la que partirá para el martirio la noche del 17 al 18 de octubre de 1936, juntamente con otros siete religiosos y sacerdotes del pueblo.
En sus primeros años se mostró como un muchachito moreno, vivaracho y juguetón, muy amante de la bulla y poco del estudio y del trabajo. Pero, ya religioso, se trocó en un joven reflexivo, trabajador y metódico. Asimismo era parco en palabras, más bien serio, constante y hábil maestro de escuela.
Su perfil espiritual nos lo muestra como un religioso de profunda oración, trabajador incansable, atento con todos, sencillo y humilde, que gozaba de gran paz interior.