De bendita memoria (Eco 45,1)
Estaba en sus primeros años de vida sacerdotal, que ejercía como profesor de los aspirantes al hábito en la Orden. Formaba parte de la Comunidad de Calanda. De carácter severo, lo era con todos pero más consigo mismo. Aunque resultase un tanto duro, supo moldearlo hasta el punto de forjar un comportamiento jovial y muy agradable. Parece ser que era de los que veían con mayor claridad la conflictiva situación social. Entre bromas y veras se despedía a veces aludiendo a la eternidad.
Al llegar la persecución fue de los primeros en ser detenido, junto con otros dos miembros de la Comunidad. Fueron llevado a Alcañiz donde los milicianos quisieron matarles ya. De momento los liberó la energía del comandante militar que exigió fuesen devueltos y juzgados en Calanda, de donde procedían. Fueron los tres primeros frailes que entraron en la cárcel. Después les fueron agregados los demás, a medida que los apresaban, hasta completar el número de siete dominicos que habían quedado en el pueblo. Recibieron la palma del martirio comunitariamente, como habían vivido durante años. Era el 29 de julio y tenía 29 años.