El beato nació en Wattens (Austria) en 1897. Después de combatir durante la Primera Guerra Mundial en el ejército austriaco, ingresó en la Compañía de María y se ordenó sacerdote.
El régimen de Adolfo Hitler persiguió a Gapp por criticar con contundencia las teorías racistas de los nazis; ante ello, tuvo que abandonar su país en 1939 “encumbrado como un auténtico héroe, admirado por los que rechazaban la barbarie nazi”.
Tras pasar en su huida por Burdeos y San Sebastián, el beato marianista fue acogido por la comunidad marianista del Colegio del Pilar, donde ejerció como capellán y le fueron encargadas las clases de alemán.
Pocos meses después, en 1942, dos jóvenes alemanes que dijeron ser hermanos judíos perseguidos también por los nazis se presentaron en el colegio y pidieron ayuda al sacerdote austriaco. Se estableció entre ellos “lo que parecía ser una sólida amistad hasta el punto de que los jóvenes le rogaron que les instruyera en la fe católica para recibir el Bautismo”.
A pocos días para el bautizo, Gapp fue invitado por sus dos amigos a viajar a San Sebastián para recibir a unos familiares que deseaban asistir a la ceremonia. De allí, mediante engaños, le hicieron pasar a Hendaya –Francia–, donde fue apresado por agentes de la Gestapo, la policía secreta alemana a la que pertenecían los dos falsos judíos.
Luego, fue conducido a París y luego a Berlín, “donde hizo continua profesión de su fe mientras era torturado”, fue finalmente decapitado el 13 de agosto de 1943 tras ser condenado a muerte por un tribunal popular.
La agencia católica recordó que en el proceso de beatificación, uno de los testimonios que se aportó a la Congregación para la Causa de los Santos del Vaticano fue el de uno de los torturadores nazis, el antiguo pastor protestante Karl Neuhaus.