Nació en el año 468, treinta años después de que los vándalos habían desmembrado a Africa del Imperio Romano. Fue elegido procurador, es decir vicegobernador y receptor general de impuestos de Byzacena. La vida mundana le fatigó muy pronto y, justamente alarmado ante sus peligros, Fulgencio se armó contra ellos con la lectura espiritual, la oración y el ayuno riguroso y las frecuentes visitas a los monasterios. Todo esto y la lectura de un sermón de San Agustín sobre el Salmo 36, en el que el santo doctor habla del mundo y de la corta duración de la existencia humana, hicieron brotar en él un ardiente deseo de abrazar la vida religiosa. Fue consagrado obispo en el año 508.
En Cagliari, transformó una casa en monasterio. El sitio se convirtió inmediatamente en un refugio para todos los afligidos y necesitados de consejo. En dicho retiro, el santo compuso numerosos tratados para la instrucción de los fieles de Africa. Al enterarse el rey Trasimundo de que Fulgencio era el principal apoyo y abogado de la comunidad, le mandó llamar y le expuso sus objeciones contra la fe; el santo respondió a ellas en su libro titulado: "Respuesta a Diez Objeciones". El rey admiró su humildad y su ciencia.
Escribió también "Tres Libros al Rey Trasimundo". La obra resultó del agrado del rey, quien le dejó residir en Cartago; pero las repetidas quejas de los arrianos sobre el éxito de la predicación de Fulgencio, lograron que éste fuera desterrado de nuevo a Cerdeña en 520. Un año antes de su muerte, el santo se había retirado a un monasterio en una isla en Circinia a fin de preparase para su paso a la eternidad. Soportó con paciencia los dolores de su enfermedad. Murió a los 76 años de edad. Nombró como sucesor a Hilderico. San Fulgencio había escogido como modelo a San Agustín; siguió fielmente su conducta, reprodujo su espíritu y expuso su doctrina.