Francisco fue un hombre de fe, que en todas las empresas que emprendió y especialmente aquellas que le fueron más dificultosas, nunca perdió la fe, antes bien, fue la misma la que lo sostuvo y animó en la contrariedad o ante la incomprensión de los demás. Así da testimonio la nota necrológica escrita en El Ermitaño: “Quién sino un apóstol se halla revestido de esa fe inquebrantable, de esa grandeza de alma que mostró siempre el P. Palau en las luchas sin tregua que tuvo que sostener…”.