Nació en el seno de una familia humilde y a igual que sus hermanos, recibió una educación religiosa muy simple. A los 18 años el santo conoció a un hermano del convento de los monjes menores, y despertó en él el deseo de consagrarse al servicio de Dios. Fue admitido como terciario en el convento franciscano de Sestri Ponente y queriendo tener una vida de mayor austeridad, solicitó su ingreso entre los frailes menores capuchinos. Al año siguiente hizo su profesión en Génova y se le envió a trabajar en la enfermería para el cargo de gestor, cuyo oficio consistía en pedir limosna de puerta en puerta. En numerosas ocasiones, San Francisco recibió rotundas negativas por parte de los genoveses que no estaban muy dispuestos a ayudar a los religiosos, pero preservó con inagotable paciencia durante 10 años y llegó ser el mejor limosnero conocido en la ciudad donde ninguno de sus habitantes lo trataba mal o le negaba algo. Se le atribuyeron numerosos milagros y curaciones de enfermos, y toda Génova lo llamaba Padre Santo pues él era un verdadero padre para todos los pobres y afligidos que acudían a él. Una terrible epidemia de cólera devastó la ciudad, y San Francisco, abatido y casi inmovilizado por una dolorosa operación, ofreció al Padre Celestial su vida a cambio del cese de la epidemia. El 15 de setiembre fue atacado por la enfermedad y dos días después falleció, disminuyendo la fuerza de la epidemia hasta que cesó completamente. El Papa Juan XXIII lo canonizó el 9 de diciembre de 1962.