Viaje a Belén

El Edicto de césar Augusto había resonado por toda la tierra, y José fue obligado a ir a Belén, ciudad de David, para inscribirse en las tablas del censo. María lo acompañó: los designios de Dios se realizan porque estaba escrito que era de Belén de donde debía salir el jefe conductor de los hijos de Israel. Los dos esposos pobres, humildes, ignorados, atraviesan los montes y planicies, sufriendo con paciencia y fatiga el frío de la estación y las privaciones que acompañan la pobreza.¡Podemos figurar qué tierna dedicación dedicaba José a María! ¡Cuánto sufría con sus sufrimientos, cómo buscaba evitarle los desagrados y las molestias de ese viaje, y con qué afectuosa gratitud la santísima Virgen aceptaba sus cuidados! Todo en ellos es tan bueno y tan puro! ¿Si en nuestras relaciones de familia pudiésemos aportar ese mismo espíritu de abnegación y de deferencia, qué paz, qué bendición caería sobre nosotros? ¡Los hijos podrían mucho, para la felicidad y la tranquilidad de la familia, si pusieran en la religión sus sentimientos de respeto, de obediencia, de atenciones recíprocas, cuyo modelo admirable fue la sagrada familia!

Apenas llegados a Belén, buscaron largamente, para la noche, un alojamiento de puerta en puerta. Fueron rechazados. No había lugar para ellos, dice el santo Evangelio. Esto ocurre todavía todos los días; se tiene lugar, tiempo, dinero y cuidados para todo el mundo excepto para Jesús. Triste, pero paciente, san José condujo a la santísima Virgen a una gruta donde los pastores guardaban sus rebaños; ahí es donde debía nacer el Mesías.

Oración

Agradezco al Espíritu divino que se dignó elegir a la santísima Virgen María por su Esposa privilegiada y al Patriarca san José para guardián de Jesús y de María. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre y en los siglos de los siglos.

San José, que serviste de consuelo a María, ruega por nosotros.

Ejemplo

Protección de San José
(México, Casa de San Vicente de Paul, 25 de abril de 1869)

Vengo de cumplir un deber hacia San José. El establecimiento que dirigimos en México era excesivamente pobre; no tenía ni fondos ni recursos, sino únicamente deudas y sesenta y cuatro huérfanos que nutrir. Como no podíamos sostenerlos, una de las hermanas me dijo que confiáramos el establecimiento a San José y encargarlo de pagar nuestras deudas. Desde entonces, nada nos ha faltado, y hemos podido pagar lo que debíamos. Además, un señor nos envió, sin que le hubiésemos pedido nada, 750 piastras. Podemos, pues, gracias a esta limosna, cuidar a nuestros niños pobres, y probarles, mediante hechos sensibles, que no se invoca en vano a San José. Nos esforzaremos en rendirle continuas acciones de gracias y en propagar su devoción. Sor Estefanía, Ind. F.D.L.C.


Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa