El protoevangelio

Tarcisio Stramare o.s.j.

El misterio de la encarnación tiene orígenes antiguos, tan antiguos como la existencia del hombre. Justamente san Jerónimo escribía que “desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo”, porque mientras en la superficie ellas narran la historia de la salvación del hombre, en profundidad, como una filigrana que se entrevé en los billetes de banco, describe la historia de nuestro Redentor.

El hombre ha sido creado por medio de la palabra o Verbo (En el principio existía el verbo… Todas las cosas fueran hechas por él y sin él nada se hizo de cuanto ha sido hecho”, (Jn 1, 1-3); ahora bien, la misma Palabra hecha carne (“Et verbum caro factum est”, v. 14) redime al hombre, restituyéndole la relación de filiación con Dios. De esta manera debemos leer la Sagrada Escritura. Ella nos describe a Dios que crea al hombre y la tierra, o sea la habitación destinada al hombre, la hace acogedora con los astros, las plantas y los animales y al fin coloca al hombre, macho y hembra, para que, en nombre de toda la Creación, conozca, sirva y ame a Dios.

Por instigación del diablo, enemigo de Dios, el hombre desobedece y así voluntariamente se priva de la vida y de todos los dones recibidos por Dios. A de la grande promesa del Diablo: “seréis como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gn 3,5), nuestros progenitores sólo conocieron que “estaban desnudos” (v.70). las consecuencias del pecado cayeron entonces inexorablemente sobre la serpiente, sobre la mujer y sobbre el hombre; Adán y Eva fueron expulsados del paraíso, perdiéndolo todo (v.24).

La tragedia de la suerte humana es, todavía, iluminada por el amor de Dios que no abandona su obra a la perdición y promete una rehabilitación, que él mismo actuará (v.15). esta decisión divina de salvación es denominada “Protoevangelio”, o sea el anuncio anticipado de la Buena Nueva, aquel Evangelio que los ángeles proclamarán sobre la gruta de Belén: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que ama” (Lc 2, 14). San José será el primero en conocer este Evangelio, en el momento en el cual el ángel le revelará el nombre que dará a Jesús: “a quien pondrás por nombre Jesús porque Él salvará a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 21).

Stramare, Tarcisio
San José en la historia de la salvación, 1993.
Págs. 7-9.


Transcrito por José Gálvez Krüger para ACI Prensa