Nacimiento de San José
José, hijo de Jacob, descendía de David y de la tribu de Judá. La sangre real de Israel, la sangre más noble y la más pura fluía por sus venas. Descendía de esta raza pura y elegida, que nunca adoró a los ídolos, que había conservado el culto al verdadero Dios y el recuerdo de las promesas hechas a nuestros primeros padres y al santo patriarca Abrahán, pero aunque pertenecía al linaje real, la familia de san José era pobre, y el mismo trabajo toda su vida, manejando la sierra y el cepillo, y adorando la voluntad de Dios, que le reservaba una muy diferente del trono de Salomón. Pese a su ilustre nacimiento era humildísimo, y sus duro trabajos lo hicieron pacientísimo. Sea cual fuere nuestro origen, sea cual fuere nuestra fortuna y nuestra posición en el mundo, no seamos orgullosos, si son grandes; sometámonos y con contentamiento de corazón, si son pequeñas. Dios tiene miradas particulares sobre cada una de sus creaturas: había colocado a San José en la oscuridad para que la venida, el nacimiento y la vida del Mesías fuesen ocultas; de la misma manera tiene designios sobre nosotros sobre nosotros, designios de misericordia y de bondad; si ricos pedirá que seamos caritativos, si pobres nos querrá resignados y pacientes: el cielo será nuestra recompensa
Oración
¡Salve José, hijo de David!, casto esposo de la Santísima Virgen María, de quien nació Jesús! ¡Salve José, Padre de mi Jesús, admirable y amabilísimo José, protégeme en los peligros de la vida, ilumíname, condúceme, y no me abandones en la hora de la muerte! San José, hijo de David, protégenos. Amén.
Ejemplo
Devoción de los santos hacia san José
El amable obispo de Ginebra, san Francisco de Sales, declaraba que nada podía rehusar que le fuese pedido en nombre de San José. Por su parte santa Teresa de Ávila, dijo que nunca le negó nada; el bienaventurado de la Salle, fundador de los Hermanos de la Doctrina cristiana, había puesto bajo su patronato especial a las Escuelas de la juventud, y Vicente de Paul legó esta devoción a sus Hijas, San Ignacio de Loyola a la Compañía de Jesús y Bollandus destacó que no hay una iglesia o una capilla que pertenezca a los jesuitas que no contenga un altar consagrado a San José. El venerable Boudon, archidiácono de Evreux, decía, hablando de este gran Santo: su caridad es más extendida que todas nuestras necesidades; M. OLier lo invocaba con la más viva confianza; el santo cura de Ars tenía un culto filial por el Esposo de María; finalmente, los santos que amaban tanto a Jesús, amaron con un amor particular al hombre justo que tuvo una parte tan grande en los misterios del pesebre y de Nazareth. Volvámonos sus imitadores.
Traducción dedicada al Coronel EP José Manuel Gálvez Saldaña, mi padrino