Si la voluntad de Dios se expresa con la vocación o llamada, por parte del hombre la vocación se traduce en obediencia. “Despertado José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer’ (Mt. 1,4). El la tomó en todo el misterio de su maternidad, la tomó junto con el Hijo que llegaría al mundo por obra del Espíritu Santo, demostrando de tal modo una disponibilidad de voluntad, semejante a la de María, en orden a lo que Dios le pedía por medio de su mensajero” (RC, n. 3).
Obediencia equivale aquí a fe. La obediencia es la manifestación y el ejercicio de la fe. Fe y obediencia se relacionan mutuamente, se reflejan la una en la otra, según el pensamiento de Santiago, que escribe: “Así también si la fe no tienen obras, está realmente muerta” (St. 2, 17).
“Lo que José hizo es genuina ‘obediencia en la fe’” (cf. Rm. 1,5; 16,26; 2 Cor. 10,5-6) subraya Juan Pablo II, que cita la Constitución “Dei Verbum”: “El Concilio dice al respecto: ‘Cuando Dios revela hay que prestarle la obediencia de la fe’, por la que el hombre se confía libre y totalmente en Dios, presentando a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por él. La frase anteriormente citada, que concierne a la esencia misma de la fe, se refiere plenamente a José de Nazaret” (RC, n. 4).
“Creer quiere decir ‘abandonarse’ en la verdad misma de la palabra de Dios viviente, sabiendo y reconociendo humildemente ‘cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos’ (Rm. 11,33). María, por la eterna voluntad del Altísimo se ha encontrado, puede decirse, en el centro mismo de aquellos ‘inescrutables caminos’ y de los ‘insondables designios’ de Dios, se conforma a ellos en la penumbra de la fe, aceptando plenamente y con corazón abierto todo lo que está dispuesto en el designio divino”. (Redemptoris Mater, n. 14). El esposo de María actúa en plena sintonía con su esposa, unido por el mismo acto de obediencia. “Se puede decir que lo que hizo José lo unió en modo particularísimo a la fe de María. Aceptó como verdad proveniente de Dios lo que ella ya había aceptado en la Anunciación” (RC, n. 4). Como clara consecuencia, entonces, así como María---según las palabras de Isabel---es “Feliz la que ha creído” (Lc. 1,45). Así también José participa de la misma bienaventuranza y a la que también él ha contestado incondicionalmente sí a la palabra de Dios. “la fe de María se encuentra con la fe de José” (RC, N. 4)., así que “José es el primero en participar de la fe de la Madre de Dios y que, así sostiene a su esposa en la fe de la divina Anunciación (RC, n. 5).
Revisado por José Gálvez Krüger