Circuncisión de Jesús
Fue San José en calidad de padre, que presentó al santo Niño, primer nacido de las criaturas, al cuchillo de la circuncisión, mientras que María, entristecida e inquieta, lo ofrecía a Dios Padre.
Hijo querido que comenzaba tan temprano la carrera del sufrimiento. Toda la Sagrada Familia obedecía la ley, con una docilidad y una humildad que son una admirable lección para nosotros, siempre prontos a zafarnos de todo lo que moleste y contraríe a la naturaleza. Tratemos de imitar ese santo ejemplo; lo podemos haciéndonos conforme a la le de Jesucristo, tan dulce como severa fue la de Moisés, santificando el gran día del domingo, observando siempre la abstinencia a los días prescritos, y el ayuno, cuando nuestra edad nos los obligue, y si sus prescripciones nos parecen penosas, pensemos en el niño Jesús, que para obedecer a la ley vertió las primeras gotas de su sangre bajo el cuchillo del sacerdote, y adoremos su obediencia y la de sus santos padres. Según el mandamiento que recibió del ángel, Jesús dio al niño el nombre de Jesús, ¡único nombre mediante el cual los hombres pueden ser salvados! Amemos ese nombre bendito, repitámoslo con amor, como lo hizo a menudo san José, y ¡que Dios nos haga la gracia de hacerlo a menudo durante la vida y en la hora de la muerte!
Oración
Padre y guardián de las vírgenes, san José, a quien fueron confiados Jesús, la inocencia misma, y María, la Virgen de las vírgenes, te suplico y conjuro, por Jesús y por María, ese depósito amado y sagrado para tu corazón, haz que, preservado de toda iniquidad, perfectamente puro de corazón, de espíritu y de cuerpo, que tenga el gozo de servir siempre perfectamente a Jesús y a María.
Jesús, María y José, les doy mi corazón, mi espíritu y mi vida. Jesús, María y José. Asístanme en mi última agonía. Jesús, María y José hagan que more en su compañía.
Ejemplo
Protección de San José en un incendio
27 de julio de 1966
Un incendio acaba de iniciarse hacia media noche en mi vecindad y amenazaba alcanzar proporciones. Un viento violento empujaba por encima de mi casa, a cien metros, las chispas y pavesas que brotaban de ese inmenso brasero. Una lluvia de fuego amenazaba a cada instante comunicar el incendio a mi casa. Desesperada a la vista del peligro, mi esposa se puso de rodillas e imploró con insistencia la protección de san José. El viento no tardó en cambiar de dirección, se apacigua poco después, y pronto domina el fuego que estaba por alcanzar, por un lado los hangares de una fábrica de cerveza, y una granja repleta de heno. ¡Mi casa estaba salvada, gloria a san José!.
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa