Décimo séptimo día

Jesús encontrado en el Templo

Luego de tres días de búsquedas laboriosas, cuando había sido muy buscado, muy llorado, el divino Niño se dejó encontrar en el Templo. Estaba sentado en medio de los doctores, los escuchaba y los interrogaba, y todos aquellos que lo escuchaban estaban sorprendidos de su prudencia y de sus respuestas (Luc, I). La dicha y la admiración de san José y de la santísima Virgen fueron grandes, viendo a Jesús en la casa de su Padre, escuchando al Verbo, venido para enseñar, y que comienza a haciendo escuchar s voz en ese Templo, donde veinte años más tarde resonarían sus lecciones celestes. Lo escuchan, lo admiran, temen, tal vez, que no regrese con ellos a Nazaret, pero más estaban felizmente equivocados. El amable Jesús sale de en medio de los doctores y regresa con su padre y su madre. El gran Bossuet saca de ese misterio una hermosa y conmovedora lección lección: “Vayan al Templo, dice, niños cristianos, vayan a consultar a los doctores, interróguenlos, respóndanles, reconozcan en ese gran misterio el comienzo del catecismo y de la escuela cristiana. Y ustedes, padres cristianos, mientras que el Niño Jesús no desdeña interrogar, responder y escuchar, ¿Cómo pueden ustedes sustraer a sus hijos al catecismo y a la instrucción pastoral? Niños, acuérdense de estas palabras, e imiten la modestia y la intención del Niño Jesús.

Oración

Salve José, Elegido de Dios, bienaventurado san José, que buscaste a Jesús con dolor y lo encontraste con dicha, te suplico humildemente, por la amabilidad de Jesús, por la fidelidad, por la fidelidad de tu santa Esposa, que no pierda a mi Dios por el pecado, que si esa desgracia me ocurriese, lo busque y lo encuentre, para no perderlo jamás. Amén. Oh Esposo de María padre nutricio de Jesucristo, ruega por nosotros.

Ejemplo

Devoción del venerable de la Salle a San José

La confianza que tenía en San José había llevado a este maestro de los pobres a poner a su instituto naciente bajo el patronazgo del Esposo de María, y durante su última enfermedad, no dejó de dar testimonio de la más filial ternura a su santo protector. Espero, decía, que seré pronto liberado de Egipto, para ser introducido en la verdadera tierra de promisión.
La fiesta de san José se acercaba; su devoción particular hacia ese gran santo, que había elegido por patrón y protector del instituto, le inspiraba un ardiente deseo de poder celebrar la santa misa ese día en su honor, pero se contentaba con desearlo, porque no parecía posible que pudiese hacerlo sin una especie de milagro. Sin Embargo. Este favor, que el servidor de Dios no osaba esperar, menos aun pedir, le fue concedido. La víspera de la fiesta, sobre las diez de la noche, sintió disminuir sus dolores y regresar sus fuerzas. Estaba tan sorprendido él mismo, que se imaginó que se trataba de un sueño y no dijo nada a nadie. Al día siguiente, se dio cuenta que ese regreso súbito de la salud no era ni sueño, ni imaginación, porque se vio en estado de levantarse y de celebrar los divinos misterios. Su dicha de poder contentar su devoción fue inmensa: la de sus hijos que lo creyeron curado por un milagro del Todopoderoso, fue todavía más viva. Unos y otros bendijeron, alabaron y agradecieron la bondad de Dios y de su patrón san José.


Traducido del francés por José Gálvez para ACI Prensa