Presentación de Jesús en el Templo
Sigamos con los ojos del alma al santo Niño, llevado en los brazos de la Santísima Virgen Madre, acompañada por San José entrando a ese templo donde los sacrificios y las oblaciones no sino la figura del Calvario. La verdadera víctima, y penetra bajo las molduras de cedro, es ofrecida en el altar, y san José, para rescatar al divino primogénito, presenta la ofrenda de los pobres: dos tortolitas. ¡Qué sentimiento de temor, de compasión habría n embargado al corazón de María y de José, consagrando así a su celeste tesoro a todos los sufrimientos predichos por los profetas! Su alma fue atravesada por una espada, tal como se lo predijo en ese momento el anciano Simeón a María, vieron los suplicios y la cruz y adoraron el inefable amor que se consagraba, y se entregaba así por sus creaturas. Un rayo de alegría se mezcla con esos pensamientos severos; Simeón y Ana exaltan al Salvador, al Redentor de Israel, nacido para la salvación de muchos, y pensando el la cifra innombrable de las almas salvadas por Jesús, María y José, tan celosos y tan generosos se alegran. Ofrezcámonos también a Dios: supliquémosle que nos indique la vie de salvación y unámonos fielmente a Jesús, con el fin de tener parte ben las gracias de la redención.
Oración
Dios todo pedroso y misericordioso, que has dado por esposo a la Virgen María, tu Santísima Madre, al hombre justo, el bienaventurado José. Hijo de David y lo has elegido por padre nutricio, concédenos, por los méritos y oraciones de ese gran santo, la tranquilidad y la paz, y alcánzanos gozar un día el gozo de verte eternamente en el cielo, tu que siendo Dios vives y reinas con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo (Santa Teresa de Avila).
Ejemplo
La devoción del mártir Perboyre a San José
El venerable Perboyre, misionero lazarista, martirizado el 11 de septiembre de 1840, tenía una gran confianza, a quien honraba con un culto particular. Admiraba, sobre todo en él el abandono entre las manos de Dios, su amor por el silencio, por retiro de la vida oculta, virtudes que se esforzaba en imitar, para hacerse semejante a tan hermoso modelo. Recomendaba, frecuentemente, esta devoción, y si daba un recuerdo a alguien, era, por lo general un pequeño tratado sobre las virtudes de san José. He aquí lo que refiere a este respecto un misionero que hizo su noviciado bajo su dirección: Nos exhortaba a invocar a San José con confianza. “Id a San José”, nos decía. Aunque era de una suavidad inalterable, lo encontré casi severo en el tono que tomó conmigo respecto de San José. Yo había leído en el Manual de los ordenandos, hermosas letanías en honor de este Santo, con palabras de la Escritura; y como me parecía que se le atribuían cualidades que no podían convenir sino a nuestro Señor, le hice la observación. Pensando que quería escamotearle algo de la gloria de este gran santo, se puso a defender los títulos gloriosos que se le daban en las letanías, a exaltar las virtudes que había practicado y los privilegios singulares con los que el Señor lo había favorecido. Hablaba con un fuego, un animación que nunca le había visto, y que me hacía comprender cuanto amaba y admiraba a san José”.
Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa