Autor: Papa Siricio
(c. 7
§ 8) ... Plurimos enim sacerdotes Christi atque
levitas, post longa consecrationis suae tempora, tam
de coniugiis propriis quam etiam de turpi coitu sobolem
didicimus
procreasse et crimen suum hac praescriptione defendere, quia in Veteri Testamento sacerdotibus ac ministres generandi facultas legitur attributa. [Contra hoc argumentum obiicit Roma nus Pontifex: ] (§ 9) Cur etiam procul a suis domibus, anno vicis suae, in templo habitare iussi sunt sacerdotes? Hac videlicet ratione, ne vel cum uxoribus possent carnale exercere commercium, ut conscientiae integritate fulgentes, acceptabile Deo munus offerent. (§ 10) Unde et Dominus lesus, cum nos suo illustrasset adventu, in Evangelio protestatur, quia Legem venerit implere, non solvere [Mt 5,17 ]. Et ideo Ecclesiae, cuius sponsus est, formam castitatis voluit splendore radiare, ut in die iudicii, cum rursus advenerit, "sine macula et ruga" [Eph 5, 27 ] eam possit ... reperire. Quarum sanctionum omnes sacerdotes atque levitae insolubili lege constringimur, ut a die ordinationis nostrae sobrietati ac pudicitiae et corda nostra mancipemus el corpora, ut domino Deo nostro in his, quae quotidie offerimus, sacrificiis placeamus. |
(c. 7,
§ 8) ... Porque hemos sabido que muchísimos
sacerdotes de Cristo y levitas han procreado hijos
después de largo tiempo de su consagración,
no sólo de sus propias mujeres, sino de torpe
unión y quieren defender su crimen con la excusa
de que se lee en el Antiguo Testamento haberse concedido
a los sacerdotes y ministros facultad de engendrar.
[Contra tal argumento el Papa opone:] (§ 9) ¿Por qué, el año de su turno, se manda a los sacerdotes habitar en el templo lejos de sus casas? Pues por la razón de que ni aun con sus mujeres tuvieran comercio carnal, a fin de que, brillando por la integridad de su conciencia, ofrecieran a Dios un don aceptable. (§ 10) De ahí que también el Señor Jesús, habiéndonos ilustrado con su venida, protesta en su Evangelio que vino a cumplir la ley, no a destruirla [Mt 5, 17]. Y por eso quiso que la forma de la castidad de su Iglesia, de la que Él es esposo irradiara con esplendor, a fin de poderla hallar «sin mancha ni arruga» [Ef 5, 27]. Todos los levitas y sacerdotes estamos obligados por la indisoluble ley de estas sanciones, es decir que desde el día de nuestra ordenación, consagramos nuestros corazones y cuerpos a la sobriedad y castidad, para agradar en todo a nuestro Dios en los sacrificios que diariamente le ofrecemos. |