Viernes 28 de Abril de 2017

En aquel tiempo, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberí­ades, y mucha gente le seguí­a porque veí­an las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañí­a de sus discí­pulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judí­os. Al levantar Jesús los ojos y ver que vení­a hacia Él mucha gente, dice a Felipe: “¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?”. Se lo decí­a para probarle, porque Él sabí­a lo que iba a hacer. Felipe le contestó: “Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco”. Le dice uno de sus discí­pulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?”. Dijo Jesús: “Haced que se recueste la gente”. Habí­a en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a sus discí­pulos: “Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda”. Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habí­an comido. Al ver la gente la señal que habí­a realizado, decí­a: “Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo”. Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte Él solo.

Comentario:

Algunas veces nos puede pasar que estamos ajustados económicamente y nos toca ahorrar. Con los bienes materiales es así­, cuando ahorramos acumulamos más. Porque si gastamos y gastamos en un momento lo material se acaba. Sin embargo con los bienes espirituales es al revés. Resulta que cuanto más damos, más tenemos. Nunca se acaba, sino crece. Cuanto más amamos, más amor hay en nuestro corazón, cuanto más alegrí­a compartimos, más alegrí­a hay en nuestro interior, cuando más perdonamos, también somos más capaces de aceptar con humildad el perdón. El compartirlos no los agotan, sino que los incrementan.

Hoy Jesús nos muestra el milagro de la multiplicación de los panes. El Señor no se guarda nada, sino que se da con generosidad, en sobreabundancia. Porque cuando Dios da, no sólo alcanza y quedan todos saciados, sino que sobra. Por eso la Escritura dice: "porque comerán y sobrará". Por eso todos comieron y luego alcanzó incluso para recoger. Cuando seguimos a Jesús, cuando somos generosos en amar, alcanza hasta para recoger, para que nos llenemos, para que regresemos con nuestros canastos llenos y tengamos más para compartir, ¡es el milagro de la abundancia! Qué difí­cil es la vida cristiana sin la virtud de la generosidad. Cuánto necesitamos un corazón generoso para ser como Jesús, para alcanzar la santidad. 

P. Juan José Paniagua