Viernes 19 de Mayo de 2017

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discí­pulos: “Éste es el mandamiento mí­o: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oí­do a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí­, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros”.

Comentario:

Entregar la vida por salvar a otra persona es algo muy noble, sublime, heroico. Y creo que todos estamos llamados a vivir la vida donándonos a los demás. Porque si no entregas tu vida, si no la das, te la van a quitar de todos modos, en algún momento la vas a perder, de todas maneras, porque todos moriremos, sin excepción. Mejor es entregarla por amor, que perderla sin haberse donado, sin haberse sacrificado por los demás. Algo tan importante, pero al mismo tiempo exigente. La necesidad de vivir el amor para poder donarnos a los demás.

Por eso Jesús hoy nos habla nuevamente de este mandamiento, el más importante de todos: amarnos los unos a los otros. Es un mandamiento que en realidad no es nuevo, ya lo conocí­an desde el AT, pero que Jesús eleva a una nueva categorí­a, a una nueva exigencia, a un nivel más alto y más pleno: amarnos los unos a los otros como Dios nos ha amado. Así tenemos que amarnos, como Dios nos ama, porque en nuestro hermano vemos a Dios reflejado, nuestro hermano, hermana, incluso ése que nos cae mal, que es indiferente con nosotros, que nos pone mala cara, al que tachamos de egoí­sta, ése también, es imagen del mismo Dios. A ése también hay que amar. No lo olvidemos: el que ama a su hermano, es a Dios mismo a quien ama, porque somos un cuerpo y no se puede odiar un miembro sin odiar a todo el cuerpo, ni amarlo, sin amar a todo el conjunto. Nadie dice: "amo tu dedo", sino "te amo a ti en todo tu ser". "Todo aquello que hagan a uno de mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron" nos dirá el Señor.

P. Juan José Paniagua