Oh Dios misericordioso,
alumbra los corazones de tus fieles;
y por las súplicas gloriosas de Santa Isabel,
haz que despreciemos las prosperidades mundanales,
y gocemos siempre de la celestial consolación.
Oh dulce Isabel,
tú que superaste el sufrimiento
con el gozo de elevar himnos a Dios,
infunde en nosotros
tu espíritu de paciencia ante la adversidad.
Concédenos el don de saber perdonar.
Líbranos de las pasiones dañinas,
de manera que podamos seguir sirviendo al Señor
con todo el corazón,
con toda el alma,
con todas las fuerzas.
Que así sea.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.