Creador inefable,
que en los tesoros de tu sabiduría
has establecido tres jerarquías de Ángeles,
y las has colocado sobre el cielo empíreo
con orden admirable
y has dispuesto admirablemente
todas las partes del universo.
Tú, pues, que eres considerado verdadera
fuente de la luz,
y principio eminentísimo de la sabiduría,
dígnate infundir un rayo de tu claridad
en las tinieblas de mi inteligencia,
alejando de mí las dos clases de tinieblas
con las que he nacido:
la del pecado y la de la ignorancia.
Tú, que sueltas las lenguas de los niños,
prepara mi lengua
e infunde la gracia de tu bendición
en mis labios.
Concédeme la agudeza para entender,
la capacidad para asimilar,
el modo y la facilidad para aprender,
la sutileza para interpretar
y la gracia abundante para hablar.
Instruye el comienzo,
dirige el desarrollo,
completa la conclusión.
Tú, que eres verdadero Dios y hombre, y que
vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.