Oh Señor:
Tú que moviste a San Pablo el primer ermitaño
a dejar las vanidades del mundo e irse
a la soledad del desierto a orar y meditar,
concédenos también a nosotros,
dedicar muchas horas en nuestra vida,
apartados del bullicio mundanal, a orar, meditar
y a hacer penitencia por nuestra salvación
y por la conversión del mundo.
Amen.