Oh Dios, que por el invencible silencio
sacramental del bienaventurado
Juan Nepomuceno adornaste tu
iglesia con una nueva corona del martirio;
concédenos, por su intercesión y ejemplo,
que moderemos nuestra lengua
y suframos todos los males de este mundo,
antes que el detrimento de nuestras almas.
Por Jesús Cristo Nuestro Señor.
Amén