Oh San Jerónimo, celantísimo del bien de todos los huérfanos, por ese amor que os unió a ellos en esta tierra y que por ellos os consumió, os suplicamos que continuéis guardándolos siempre con ternura desde el cielo.
Impetrad del Padre de las misericordias, para todos los educadores y padres, el mismo espíritu de prudencia, caridad y constancia que os concedió.
Haced que todos los jóvenes tengan un corazón afectuoso, dócil y obediente. Así serán fortalecidos en el santo temor de Dios, única fuente de felicidad eterna y temporal; descubrirán las insidias que les tienden, y vencerán los peligros que les amenazan; y después de haber edificado la patria terrenal con el ejemplo de sus costumbres, pasarán felizmente a gozar de la gloria celestial. Así sea.