A unos cuantos kilómetros de Guaratinguetá, villa del Estado de Sao Paulo, se encuentra el pueblo de la Aparecida, que debe su nombre y origen al Santuario de la Virgen que fue levantado en 1743. En octubre de 1716 pasaba por Guaratinguetá con rumbo a Minas, el gobernador de San Pablo, Pedro de Almeida y Portugal. Los pescadores de la zona querían darle la mejor atención, por lo que tendieron sus redes al río Parahiba, pero con escasa fortuna. Viendo esto, uno de ellos llamado Juan Alves, corrió hasta el lugar denominado Itaguassú y habiendo allí lanzado sus avíos de pesca, sacó del primer lance entre las mallas de su red una imagen de la Virgen a la que falta la cabeza.
Volvió de nuevo a lanzar la red en otra dirección y esta vez logró aprisionar la cabeza de la imagen. Lleno de asombro ante tal hallazgo, dirigió su barca hacia la orilla y después de limpiarla descubrió que era una Virgen Inmaculada. Sus compañeros participaron de esta alegría y animados por este suceso volvieron a echar sus redes consiguiendo una abundante pesca. Aún se ignora el cómo vino a parar al río esta imagen pero todo hace creer que se remonta a los primeros tiempos de la colonización del Brasil. Los pescadores se llevaron a la imagen y en la casa de uno de ellos, le arreglaron un sencillo altar. Más tarde otro pescador al trasladarse a Itaguassú, construyó en su nuevo domicilio un oratorio y en él puso la imagen, ante la cual los vecinos se reunían para rezar el rosario y entonar himnos.
En 1904 fue coronada canónicamente, y en 1930 Pio XII la nombró Patrona de Brasil.