Martes 21 de Marzo de 2017

Se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?". Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'. El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?'. E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".

Comentario:

Hoy Jesús nos habla de una virtud muy importante de la vida cristiana: el perdón. Y como siempre el Señor no nos pide algo que Él primero no haya dado y en abundancia. Por eso en la parábola, es Dios el primero que perdona. Y lo hace en una proporción mucho más grande a la que nos pide. Por eso San Agustín decía: "Señor pídeme lo que quieras, pero primero dame lo que me pides". Dame tu perdón, para que yo sea capaz de perdonar. Porque nadie da lo que no tiene. Porque somos capaces de hacer este acto heroico de perdonar cuando nos hemos encontrado verdaderamente con el amor de Dios, con su misericordia infinita. Porque el perdón no es algo que se improvisa. Si no es algo que se ha ido cultivando con el tiempo, se ha hecho crecer poco a poco, para luego poder darlo a los demás.

Por lo tanto, "perdonar de corazón" como Jesús nos dice, significa mirar al que nos ha ofendido de una manera nueva, como a alguien que ha renacido. Por eso el auténtico perdón va unido al amor. Perdonar significa querer el bien del que nos ha hecho daño y desear que pueda empezar de nuevo y hacer las cosas bien. El perdón va unido al deseo sincero de que la persona que nos ha ofendido sea feliz. No seamos entonces como este siervo malvado, que cerró sus entrañas a la misericordia con el hermano. Tanto nos ha perdonado Dios... ¿No será momento que empecemos también a vivir el perdón auténtico, aunque nos duela, aunque nos cueste? No es fácil, pero nos hace realmente grandes.

P. Juan José Paniagua