Martes 04 de Abril de 2017

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Yo me voy y vosotros me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. Adonde yo voy, vosotros no podéis ir». Los judíos se decían: «¿Es que se va a suicidar, pues dice: ‘Adonde yo voy, vosotros no podéis ir’?». Él les decía: «Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba. Vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados». Entonces le decían: «¿Quién eres tú?». Jesús les respondió: «Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde un comienzo. Mucho podría hablar de vosotros y juzgar, pero el que me ha enviado es veraz, y lo que le he oído a Él es lo que hablo al mundo». No comprendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo. Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a Él». Al hablar así, muchos creyeron en Él.

Comentario:

El Pueblo de Israel estuvo peregrino por cuarenta años en el desierto, antes de llegar a la tierra prometida. Pero en medio de esta experiencia unas serpientes venenosas los empezaron a picar. Y Moisés mandó levantar una serpiente de bronce, para que todo aquél que la mire, quede curado. Esa serpiente de bronce que fue levantada era figura de Cristo, que también fue levantado en la cruz y más aún en la resurrección. "Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy", nos ha dicho el Señor hoy en el Evangelio.

No sabemos bien cómo eran curados de sus males los israelitas al mirar a la serpiente. Pero sabemos que mirar al Señor con fe, a Cristo muerto y resucitado sí nos cura, nos sana el corazón. Mirar al Señor en la cruz significa estar con Él, aprender de Él, tener la valentía también de cargar nuestra cruz, como Él lo hizo. Es el antídoto eficaz contra nuestro egoísmo y nuestra mezquindad. Nos estamos preparando en la cuaresma justo para eso, para ver a Jesús elevado, muerto y resucitado. Al ver al Señor así, que sea una invitación a no rechazar nuestra propia cruz, sino asumirla y cargarla con amor. Besarla y abrazarnos a ella. Carguemos con firmeza la cruz de nuestros compromisos cuaresmales. Asumamos nuestras flaquezas, debilidades, dificultades, problemas, con amor, como un verdadero tiempo de conversión. Y así llegaremos a celebrar esta pascua con un corazón renovado.

 P. Juan José Paniagua