J. Millot
Vicario General de Versalles (1930)
Traducido del francés por José Gálvez para ACI Prensa
Cuando María terminó su vida mortal y entró al Paraíso, en el triunfo de su gloriosa Asunción, se convirtió inmediatamente en la Reina del Cielo, por la prerrogativa de su maternidad divina, siendo la primera delante de Dios, la primera por encima de todos los espíritus bienaventurados. Se convierte, al mismo tiempo en Reina de la tierra, debido a los honores merecidos y que siempre recibió, y las gracias y las gracias innombrables que no deja de derramar sobre sus devotos servidores.
Pero a estos títulos, los doctores de la Iglesia agregan un tercero: la nombran Reina del Purgatorio, queriendo expresar mediante este nombre la autoridad soberana que posee en ese lugar de expiación. “La Bienaventurada Virgen, nos dice san Bernardino de Siena, extiende su realeza hasta sobre el Purgatorio, beata Virgo purgatorii dominium tenet”, porque ahí también ejerce un poder sin límites para derramar innumerables beneficios sobre esas almas que son las de sus hijos. Ella es, pues, a la vez Reina de las almas triunfantes en el cielo y Reina de las almas sufrientes del Purgatorio.
I
Elevada por encima de todas las creaturas por su maternidad, María es verdaderamente, reina sin restricción ni límite, tal como la Iglesia la saluda: Salve Regina. El Padre ha instituido a su Hijo heredero de todas las cosas y le ha dado todo poder en el cielo, sobre la tierra y en los infiernos. El hijo, naciendo de María, quiso que esta herencia y este poder le fuesen comunes co su Madre. Universal es pues el imperio de Nuestra Señora; nada ni nadie puede sustraerse a su tierno y maternal poder. Estando tan cerca al trono de su hijo, canta la Iglesia, ella preside a toda la Creación.
Throno propinqua Filii
Cuntis creatis imperat
“Eres la reina de todas las cosas, le dicen los doctores, ya que eres la madre del Creador de todas las cosas; la reina de todo lo que está sometido a Dios; la reina por la cual no está abierto el reino de la inmortalidad; reina poderosísima, ya que eres riquísima y distribuyes tus larguezas a quien quieres, como quieres, cuando lo quieres; reina eterna porque tu reino no tendrá fin”. Tanto como se extiende la Redención del Hijo, tanto se ejerce el imperio de la Madre. De ahí se concluye que la Santísima Virgen es reina del Purgatorio. Ella tiene ahí como un dominio y un poder pleno, sea para aliviar a las almas que sufren, sea para liberarlas entarmente.
II
El Purgatorio es, pues, uno de los reinos de María, por eso puede ejercer sus poderes. Ella reina, en efecto, por los consuelos que derrama en ese mundo de dolor, en el que ella misma puede mostrarse de un modo que ignoramos. Muestra en trazos luminosos a esas almas que pasan por el crisol de la purificación, que su unión con Dios en el cielo y la dicha de poseerlo serán tanto más suaves cuando estén enteramente separadas de toda aleación inferior. Ellas les muestra la importancia única de la gracia que han tenido, de escapar sin perecer a todos los atajos, a todas las tentaciones, a todas las perversidades de la tierra. Ella les sugiere el pensamiento que el tiempo de expiación al que están condenadas no es, en el fondo, sino una sombra fugitiva, en comparación de una eternidad que no debe terminar jamás.
Ella los alienta, mediante la suavidad de sus atenciones, a soportar las exigencias de la justicia divina que debe tener su curso. Ellas obtienen, por otro lado, de su Hijo, Mediador todopoderoso, todas las suavidades que son posible. A menudo, ella atenúa el rigor de los tormentos; disminuye la duración de la expiación; en ciertas ocasiones solicita amnistías más o menos extendidas; con ocasión de sus fiestas, en particular, ella hace los llamados más conmovedores a la misericordia de Dios, y es escuchada; se dedica, para llevar a la tierra, que posee e Santo Sacrificio de la Misa, que puede merecer, sufrir, humillarse, hacer penitencia, para ofrecer todos sus sufragios y todos sus medios de expiación para la liberación de esas almas desdichadas y desoladas.
Tomado de:
Millot, J.
La très Sainte Vierge Marie et le Purgatoire
París, Téqui, 1930.
Nuestra gratuitud a los doctores José Agustín de la Puente Candamo y José de la Puente Brunke por facilitarnos el acceso a la biblioteca Virginia Candamo de Puente, de donde tomamos este material.