Lunes 22 de Mayo de 2017

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio. Les he dicho esto para que no se escandalicen. Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios. Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho.»

Comentario:

Estamos en los últimos días de Pascua, acercándonos cada vez más a la Solemnidad de Pentecostés, y las lecturas de los Evangelios de estos días nos hablan del Espíritu Santo. Hoy la lectura nos habla de uno de los dones del Espíritu: la fortaleza.

A causa del testimonio que los discípulos tendrán que dar, sufrirán persecuciones, serán expulsados de las sinagogas y experimentarán todo tipo de maltratos. Pero hoy el Señor los quiere consolar, les quiere dar fuerzas y ánimos, Él les enviará al Confortador, al Abogado, al que vendrá a sostenerlos en la debilidad, es el Espíritu Santo.

No nos olvidemos que la fortaleza es un don del Espíritu Santo. No es simplemente un esfuerzo heroico que brota de la propia voluntad, una resistencia y aguante meramente humanos, que uno ha construido con su esfuerzo. Hay también un don divino de la fortaleza, que lo trae el Espíritu Santo. Llama mucho la atención lo débiles, inconstantes y hasta cobardes que fueron los discípulos en muchas ocasiones, pero luego de recibir el Espíritu Santo, empiezan a actuar con una valentía nueva, distinta, que no se había visto antes. Parece que no es simplemente una fortaleza que ellos hayan cultivado en el tiempo, sino más bien una fortaleza divina, que recibieron como un don.

Cuántas veces sentimos que las pruebas de la vida se nos hacen demasiado grandes, que los problemas son cargas muy pesadas, que no nos alcanzan más las fuerzas para seguir adelante. ¿Recurrimos al Espíritu Santo? ¿Confiamos en su auxilio? No olvidemos, que la fortaleza divina sale en auxilio de nuestra debilidad. Cuando pensamos que las fuerzas ya se han agotado, que es sobrehumano lo que tenemos que enfrentar, no nos olvidemos del Espíritu Santo, de pedirle su fortaleza, de confiarnos a sus auxilios.

P. Juan José Paniagua