Piadoso lector, si como lo espero, es de tu agrado esta mi obrita, te ruego
me encomiendes a la Virgen santa para que me dé una gran confianza en su
protección. Pide para mí esta gracia, que yo pediré para ti también, quien quiera que
seas que me hagas esta caridad, las mismas gracias.
Dichoso el que se aferra con amor y confianza a estas dos áncoras de
salvación, quiero decir a Jesús y a María; ciertamente que no se perderá.
Digamos, pues, de corazón juntos, lector mío, con el devoto Alonso
Rodríguez: “Jesús y María, mis dulcísimos amores, por vosotros padezca, por
vosotros muera; que sea todo vuestro y nada mío”. Amemos a Jesús y a María y
hagámonos santos, que no hay mayor dicha que podamos esperar y obtener de
Dios.