Jueves 06 de Abril de 2017

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás». Le dijeron los judíos: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: ‘Si alguno guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás’. ¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?». Jesús respondió: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís: ‘Él es nuestro Dios’, y sin embargo no le conocéis, yo sí que le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros. Pero yo le conozco, y guardo su Palabra. Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi día; lo vio y se alegró». Entonces los judíos le dijeron: «¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy». Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo.

Comentario:

Hoy Jesús nos dice en el Evangelio: «En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás». El Señor nos está prometiendo una vida que no se acaba. ¿Qué clase de vida es esta? Es la única vida plena, la que se desarrolla cuando estamos unidos a Dios. Porque si no estamos unidos a Él, estamos vivos, pero es una vida vacía, como dice el libro del Apocalipsis: "tienen nombre de vivos, pero están muertos". Es la vida que Jesús explica en la parábola de la vid y los sarmientos. La vid y el sarmiento comparten la misma vida; la vida de la vid se comunica al sarmiento. Jesús formula esta comparación para enseñarnos que estamos llamados a compartir la misma vida que Él posee. A eso llamamos vida plena, vida en abundancia. Porque sólo si estamos unidos al tronco damos fruto. Un árbol que no da frutos, ¿qué clase de vida tiene?

Para lograr esto hay que guardar su Palabra. Es decir, tenemos primero que escuchar la voz de Dios. Quizá a través de las Sagradas Escrituras, a través de lo que la Iglesia nos enseña, en la participación de los sacramentos, en la oración personal, etc. Y que Su Palabra se haga nuestra, para que cada día más podamos pensar como Cristo, sentir como Cristo, actuar como Cristo. Esa es la vida auténtica, que comienza aquí en la tierra y se prolonga en la eternidad.

 P. Juan José Paniagua