Canta, oh lengua, del glorioso
Cuerpo de Cristo el misterio,
y de la Sangre preciosa
que, en precio del mundo
vertió el Rey de las naciones
fruto del más noble seno.
Veneremos, pues postrados
tan augusto sacramento;
y el oscuro rito antiguo
suplicando la luz de este nuevo;
al débil sentido nuestro,
al padre y al Hijo
Gloria y vitores sin cuento;
salud, honor y poder,
bendición y gozo eterno:
y al que procede de ambos
demos igual alabanza.
Amén