Quinto Día de la Novena a San Francisco de Asís

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración de San Francisco ante el Cristo de San Damián (OrSD)

Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.

Oración de San Juan Pablo II a San Francisco de Asís

Oh San Francisco,
que recibiste los estigmas en La Verna,
el mundo tiene nostalgia de ti
como icono de Jesús crucificado.
Tiene necesidad de tu corazón
abierto a Dios y al hombre,
de tus pies descalzos y heridos,
y de tus manos traspasadas e implorantes.
Tiene nostalgia de tu voz débil,
pero fuerte por el poder del Evangelio.
Ayuda, Francisco, a los hombres de hoy
a reconocer el mal del pecado
y a buscar su purificación en la penitencia.
Ayúdalos a liberarse también
de las estructuras de pecado,
que oprimen a la sociedad actual.
Reaviva en la conciencia de los gobernantes
la urgencia de la paz
en las naciones y entre los pueblos.
Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,
capaz de contrastar las insidias
de las múltiples culturas de muerte.
A los ofendidos por cualquier tipo de maldad
concédeles, Francisco,
tu alegría de saber perdonar.
A todos los crucificados por el sufrimiento,
el hambre y la guerra,
ábreles de nuevo las puertas de la esperanza. Amén.

Lecturas del quinto día

Vida primera según Celano, nº77

Su espíritu de caridad se derramaba en piadoso afecto, no sólo sobre hombres que sufrían necesidad, sino también sobre los mudos y brutos animales, reptiles, aves y demás criaturas sensibles e insensibles. Pero, entre todos los animales, amaba con particular afecto y predilección a los corderillos, ya que, por su humildad, nuestro Señor Jesucristo es comparado frecuentemente en las Sagradas Escrituras con el cordero, y porque éste es su símbolo más expresivo. Por este motivo, amaba con más cariño y contemplaba con mayor regocijo las cosas en las que se encontraba alguna semejanza alegórica del Hijo de Dios. De camino por la Marca de Ancona, después de haber predicado en la ciudad de este nombre, marchaba a Osimo junto con el señor Pablo, a quien había nombrado ministro de todos los hermanos en la dicha provincia; en el campo dio con un pastor que cuidaba un rebaño de cabras e irascos. Entre tantas cabras e irascos había una ovejita que caminaba mansamente y pacía tranquila. Al verla, el bienaventurado Francisco paró en seco y, herido en lo más vivo de su corazón, dando un profundo suspiro, dijo al hermano que le acompañaba: «¿No ves esa oveja que camina tan mansa entre cabras e irascos? Así, créemelo, caminaba, manso y humilde, nuestro Señor Jesucristo entre los fariseos y príncipes de los sacerdotes. Por esto, te suplico, hijo mío, por amor de Cristo, que, unido a mí, te compadezcas de esa ovejita y que, pagando por ella lo que valga, la saquemos de entre las cabras e irascos».

Reflexión

El relato que hemos escuchado nos revela el inmenso amor de Francisco por toda la obra de Dios; este amor así vivido representó en su tiempo algo radicalmente sorprendente y nuevo. Fue una experiencia que comunicaba al hombre directamente con lo divino. Francisco logra ver, de una manera asombrosa, en toda la Creación la belleza que Dios había impreso en cada espacio del universo. Para Francisco la realidad entera, participante de idéntico origen y dignidad, estaba a su misma altura, todas las creaturas, sin distinción recibían el nombre de hermanas, inclusive el hombre leproso en su carne o en sus ideas, el hereje o infiel. Esta mirada contemplativa sobre la Creación en Francisco es consecuencia del despojo de toda sed de dominio y de poder. Francisco vive pobre y es pobre, ama la vida y todo lo que hay en la vida con una infinita ternura. En él no hay espacio para la destrucción y la explotación de la obra creada por Dios. De un corazón simple y pobre brotan la ternura y la simpatía, y a través de ellas se contempla la presencia de Dios en medio nuestro. El mundo para Francisco es una gran ventana donde se puede observar a Dios.

Oración en honor a las llagas de San Francisco

Gloriosísimo Protector y Padre mío, San Francisco, a ti acudo, implorando tu poderosa intercesión, para entender el amor que Dios Nuestro Señor te manifestó al martirizar vuestra carne y vuestro espíritu. Tus llagas son cinco focos de caridad divina; cinco lenguas que me recuerdan las misericordias de Jesucristo; cinco fuentes de gracia celestiales que el Creador te confió para que las distribuyas entre tus devotos. ¡Oh Santo amabilísimo!, pide por mí a Jesús crucificado una chispa del fuego que ardía en tu alma aquel día dichoso en que recibiste la seráfica crucifixión, a fin de que, recordando tus privilegios sobrenaturales, imite tus ejemplos y siga tus enseñanzas, viviendo y muriendo, amando a Dios sobre todas las cosas.

Se dicen las intenciones de la novena y se rezan 5 padrenuestros, avemarías y glorias en honor de las cinco llagas de San Francisco.

Oración Final

Seráfico Padre mío San Francisco, pobre y desconocido de todos, y, por esto, engrandecido y favorecido de Dios. Porque te veo tan rico en tesoros divinos, vengo a pedirte limosna. Dámela generoso, por amor al buen Jesús y a nuestra Madre, la Inmaculada Virgen María, y por el voto que hiciste de dar por su amor todo lo que se te pidiese. Por amor de Dios te ruego que me obtengas dolor de mis pecados, la humildad y el amor a tu pasión; conformidad con la voluntad de Dios, prosperidad para la Iglesia y para el Papa, exaltación de la fe, confusión de la herejía y de los infieles, conversión de los pecadores, perseverancia de los justos y eterno descanso de las almas del Purgatorio. Te lo pido por amor de Dios. Así sea.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.