Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Oración de San Francisco ante el Cristo de San Damián (OrSD)
Sumo, glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla
tu santo y verdadero mandamiento.
Oración de San Juan Pablo II a San Francisco de Asís
Oh San Francisco,
que recibiste los estigmas en La Verna,
el mundo tiene nostalgia de ti
como icono de Jesús crucificado.
Tiene necesidad de tu corazón
abierto a Dios y al hombre,
de tus pies descalzos y heridos,
y de tus manos traspasadas e implorantes.
Tiene nostalgia de tu voz débil,
pero fuerte por el poder del Evangelio.
Ayuda, Francisco, a los hombres de hoy
a reconocer el mal del pecado
y a buscar su purificación en la penitencia.
Ayúdalos a liberarse también
de las estructuras de pecado,
que oprimen a la sociedad actual.
Reaviva en la conciencia de los gobernantes
la urgencia de la paz
en las naciones y entre los pueblos.
Infunde en los jóvenes tu lozanía de vida,
capaz de contrastar las insidias
de las múltiples culturas de muerte.
A los ofendidos por cualquier tipo de maldad
concédeles, Francisco,
tu alegría de saber perdonar.
A todos los crucificados por el sufrimiento,
el hambre y la guerra,
ábreles de nuevo las puertas de la esperanza. Amén.
Lecturas del segundo día
Vida segunda según Celano, nº 9
San Francisco se apartaba instintivamente con horror de los leprosos. Los evitaba cuanto podía y no deseaba encontrase con alguno. Un día que paseaba a caballo cerca de Asís, le salió al paso uno de ellos. Y por más que le causara mucha repugnancia y horror, sea por su mal olor u horrible apariencia, para no fallar en la práctica del amor, que descubría en su oración, saltando del caballo, corrió a besarlo. Y el leproso, al extenderle su mano a Francisco, el santo se la besó. Volvió Francisco a montar el caballo, miró luego a uno y otro lado, y, aunque era un campo abierto sin estorbos a la vista, ya no vio al leproso. Lleno de admiración y de gozo por lo vivido, pocos días después trata de repetir la misma acción. Se va al lugar donde moran los leprosos, y va besando la mano y la boca de cada uno de ellos. Así, lo amargo que le era ver a los leprosos se convirtió en dulzura para su alma.
Reflexión
Para san Francisco era muy desagradable encontrarse con los leprosos. Ellos representaban lo feo y más degradante del ser humano. Eran aquellas personas que por tener lepra, enfermedad que descompone la carne del cuerpo, bastante común en el tiempo de Francisco, eran expulsados de la ciudad y condenados a vivir fuera para esperar la muerte. Significaban, por lo tanto, lo más indigno de la sociedad, aquellos despreciados que nadie quería tocar. Francisco se encuentra con ellos en un momento decisivo de su conversión. Aquel momento en que su vida cambia de tal manera que aquello que antes le era desagradable pasará a ser dulzura del alma. Es decir, un verdadero encuentro con Dios, pues descubre en los despreciados el rostro humano del Cristo sufriente. Francisco se da cuenta de que Jesús también fue pobre en su vida, y ahora se le manifestaba a él en lo despreciable a los ojos de los hombres, lo leprosos. También Jesús se encontró con ellos y los curaba de sus dolencias, transformando las situaciones de dolor e injusticia en verdadera liberación de las personas y sus esclavitudes. Francisco se dio cuenta y quiso practicar la misericordia y la justicia con los más pobres de su tiempo y desde ahí comenzar a vivir como ellos, fuera de la ciudad y sin nada propio. Dios, que se ha manifestado plenamente en su Hijo pobre y humilde, continúa presente especialmente desde los pobres. Por ello, reivindicar el primado de Dios es, para Francisco, hacer penitencia desde ellos, y por lo tanto, llevar una vida sobria, practicando la justicia, respetando a cada hombre y mujer por lo que es: un hijo de Dios, y por lo tanto, hermano mío. En nuestra actualidad también tenemos leprosos. Pensemos en las personas que menos cuentan en nuestra sociedad y descubramos en ellos el rostro de Cristo sufriente que nos invita a amarlo.
Oración en honor a las llagas de San Francisco
Gloriosísimo Protector y Padre mío, San Francisco, a ti acudo, implorando tu poderosa intercesión, para entender el amor que Dios Nuestro Señor te manifestó al martirizar vuestra carne y vuestro espíritu. Tus llagas son cinco focos de caridad divina; cinco lenguas que me recuerdan las misericordias de Jesucristo; cinco fuentes de gracia celestiales que el Creador te confió para que las distribuyas entre tus devotos. ¡Oh Santo amabilísimo!, pide por mí a Jesús crucificado una chispa del fuego que ardía en tu alma aquel día dichoso en que recibiste la seráfica crucifixión, a fin de que, recordando tus privilegios sobrenaturales, imite tus ejemplos y siga tus enseñanzas, viviendo y muriendo, amando a Dios sobre todas las cosas.
Se dicen las intenciones de la novena y se rezan 5 padrenuestros, avemarías y glorias en honor de las cinco llagas de San Francisco.
Oración Final
Seráfico Padre mío San Francisco, pobre y desconocido de todos, y, por esto, engrandecido y favorecido de Dios. Porque te veo tan rico en tesoros divinos, vengo a pedirte limosna. Dámela generoso, por amor al buen Jesús y a nuestra Madre, la Inmaculada Virgen María, y por el voto que hiciste de dar por su amor todo lo que se te pidiese. Por amor de Dios te ruego que me obtengas dolor de mis pecados, la humildad y el amor a tu pasión; conformidad con la voluntad de Dios, prosperidad para la Iglesia y para el Papa, exaltación de la fe, confusión de la herejía y de los infieles, conversión de los pecadores, perseverancia de los justos y eterno descanso de las almas del Purgatorio. Te lo pido por amor de Dios. Así sea.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.