Señora y Madre mía, Virgen Santa María, la que desata los nudos; a tus pies me encuentro para consagrarme a ti. Con filial afecto te ofrezco en este día cuanto soy y cuanto tengo: mis ojos, para mirarte; mis oídos, para escucharte; mi voz, para cantar tus alabanzas; mi vida, para servirte; mi corazón, para amarte. Acepta, Madre mía el ofrecimiento que te hago y colócame junto a tu corazón inmaculado. Ya que soy todo tuyo, Madre de misericordia, la que desata los nudos que aprisionan nuestro pobre corazón, guárdame y protegedme como posesión tuya. No permitas que me deje seducir por el maligno, ni que mi corazón quede enredado en sus engaños. Enséñame a aceptar los límites de mi condición humana, sin olvidar que puedo superarme con la ayuda de la gracia y que agradezca siempre a Dios por mi existencia. Ilumíname para que no deseche al Creador por las criaturas, ni me aparte del camino que él pensó para mí. Amen