Santa María, llena de la Presencia de Dios, durante los días
de tu vida aceptaste con toda humildad la voluntad del Padre,
el maligno nunca fue capaz de enredarte con sus confusiones.
Ya, junto a tu Hijo, intercediste por nuestras dificultades y,
con toda sencillez y paciencia, nos diste ejemplo de cómo
desenredar la madeja de nuestras vidas.
Y, al quedarte para siempre como Madre nuestra, pones en
orden y haces más claros los lazos que nos unen al Señor.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, la que con
corazón materno desatas los nudos que entorpecen nuestra vida,
te pedimos que recibas en tus manos
(pide aquí tu petición),
y que nos libres de las ataduras y confusiones con que nos hostiga
el que es nuestro enemigo.
Por tu gracia, por tu intercesión, con tu ejemplo, líbranos de todo mal.
Señora nuestra, desata los nudos que nos impiden nos unamos a
Dios, para que, libres de toda confusión y error, lo hallemos en
todas las cosas, tengamos en Él puestos nuestros corazones y
podamos servirle siempre en nuestros hermanos.
Amén.