Más estudios apuntan los efectos negativos de la violencia en el entretenimiento
NUEVA YORK, 14 junio 2003 (ZENIT.org).- En su mensaje de hace dos domingos, con motivo de la celebración del Día Mundial de las Comunicaciones, Juan Pablo II recordaba a los medios su misión de promover la paz y la justicia.
Este año se celebra el 40 aniversario de la encíclica de Juan XXIII «Pacem in Terris», en la que el Papa pedía «buen hacer e imparcialidad» en el uso de los «instrumentos de promoción y extensión del entendimiento mutuo entre naciones». Juan XXIII criticaba «las formas de diseminar la información que violan los principios de la verdad y de la justicia, y dañan la reputación de otra nación».
Juan Pablo II comentaba que, 40 años después, el mundo todavía carece dolorosamente de paz, y que, durante este periodo de tiempo, «ha aumentado enormemente el poder de los medios de formar las relaciones humanas e influir la vida política y social, tanto para bien como para mal».
El Papa se interesaba en el uso del poder por parte de los medios para promover la paz en términos de conflictos políticos y religiosos. Ya ha sido causa de alarma la representación de la violencia por los medios en los programas de entretenimiento.
El pasado 15 de noviembre el periódico español El País sometía a examen la violencia y los medios. Señalaba la publicación de un informe por parte de una comisión del gobierno francés, en el que se afirma que la transmisión de programas violentos tiene un efecto decisivo sobre el comportamiento de los adolescentes. La comisión recomendaba que se prohibieran los programas violentos o pornográficos hasta después de las 10:30 p.m.
El informe también pedía el uso de criterios más estrictos en la clasificación de las películas. Un análisis de 102 películas mostradas en cuatro países europeos descubría que 62 de ellas habían sido clasificadas como aptas para todos los públicos en Francia. En contraste, sólo 29 recibieron tal aprobación en Gran Bretaña, 22 en Holanda y 16 en Alemania.
En España, un estudio llevado a cabo por un centro de Cataluña reveló que en el espacio de sólo una semana se transmitían un total de 608 actos violentos por las estaciones de televisión nacionales y locales, informaba El País. Dos tercios de la violencia se concentraban en la franja temporal de la tarde, cuando los niños pequeños son telespectadores. Otro estudio por una organización de consumidores afirmaba que el niño español medio habrá visto 8.000 homicidios en televisión, antes de terminar la escuela primaria.
Influenciar las vidas jóvenes
Un reciente estudio en Estados Unidos demostraba que es más probable que sean agresivos de adultos los niños que ven programas violentos, informó Reuters el 10 de marzo. La investigación fue llevada a cabo por psicólogos de la Universidad de Michigan, que entrevistaron a un grupo de niños entre los 6 y 10 años. Quince años después volvieron a hablar con ellos y examinaron sus expedientes criminales. La investigación controlaba factores tales como el estatus económico del niño, la raza, las personalidades y profesiones de los padres, y otras variables.
Los hombres, a los que les gustaban los programas de televisión con escenas violentas cuando eran niños, eran más proclives a mostrar conductas agresivas hacia sus esposas, empujar a alguien que les insultaba, multados por exceso de velocidad, o a ser condenados por un crimen. Las mujeres que gustaban de los programas violentos eran cuatro veces más proclives a tirar cosas a sus maridos, empujar o herir a alguien, ser multadas por velocidad, o cometer un crimen.
Los investigadores se asombraron especialmente al descubrir que, más que el grado de violencia, es la identificación del niño con los personajes lo que predice la agresión más tarde. «Las escenas violentas que resultan más susceptibles de modelar su comportamiento posterior son aquellas en las que ellos se identifican con quien perpetra la violencia, el agresor es recompensado por la violencia o en las que los niños perciben la escena como mostrándoles la vida como realmente es», escribían.
Otro estudio encontró que incluso los bebés son influenciados por el contenido emotivo de la televisión. Evidencias crecientes muestran que los niños pueden distinguir y descifrar señales sociales y emocionales mucho antes de lo que los científicos pensaban, informó el 21 de enero el New York Times.
Se enseñó a niños de un año de edad un vídeo de una actriz que reaccionaba ante un juguete con miedo o entusiasmo. Después de mirar las escenas, los bebés evitaron jugar con él, en los casos en que estaba asociado con el miedo, o jugaban más con el juguete con el que la actriz había mostrado entusiasmo.
«Pueden captar lo que una persona está mirando, y por supuesto, captan la emoción», decía Donna Mumme, profesora adjunta de psicología en la Universidad de Tufts y directora del estudio. «Nos resulta absolutamente impactante que con un año de edad sean capaces de recolectar mucha información de un vídeo clip de 20 segundos».
Estricnina social
La violencia en la música también es motivo de preocupación. Un comentario de Michael Prowse en el Financial Times del 10 de enero analizaba la controversia tras el asesinato de dos adolescentes de color en una fiesta de año nuevo. Tras los asesinatos, Kim Howells, ministro de cultura del Reino Unido, acusó a la música rap negra de ser la principal responsable de la cultura violenta de las armas en Gran Bretaña.
Prowse reconocía «que los artistas raperos escriben como lo hacen en parte como resultado de sus condiciones sociales objetivas». Pero, agregaba, «incluso cuando su pensamiento esté influenciado por lo que ven y oyen en las calles, sin embargo contribuyen poderosamente a la negatividad y pesimismo que los engulle».
«Cada filósofo con alguna luz sobre la condición humana ha entendido la importancia de la cultura», afirmaba Prowse. «Si somos esponjas sociales, no queremos empaparnos a todas horas de estricnina».
Los comentarios de Prowse se vieron respaldados por un reciente estudio llevado a cabo por la Asociación Psicológica Americana, informó el 4 de mayo Reuters. Los experimentos, que implicaron a 500 estudiantes de colegios, encontraron que la lírica violenta de las canciones aumenta los pensamientos relacionados con agresión y las emociones que podrían crear indirectamente un ambiente social más hostil. El estudio contradice la idea popular de que oír música enfadada y violenta sirve realmente como una catarsis positiva para la gente.
Los investigadores de la Universidad estatal de Iowa y del departamento de Texas para servicios humanos llevaron a cabo cinco experimentos. Tras escuchar siete canciones violentas de siete artistas y ocho no violentas de otros siete artistas, se les dio a los estudiantes algunas tareas psicológicas para medir los pensamientos y sensaciones agresivas. Los resultados de los experimentos demostraron que las canciones violentas llevaron a más interpretaciones agresivas de palabras ambiguamente agresivas y aumentaron la velocidad relativa con que la gente lee palabras agresivas frente a las no agresivas.
La inquietud sobre el nivel de violencia, junto con las preocupaciones sobre el mal lenguaje y el contenido sexual, ha llevado a la creación de una nueva organización en Estados Unidos llamada Common Sense Media, informaba el 21 de mayo el New York Times. La organización está planeando un sistema de porcentajes para aplicar a los medios, con base en una página web, que clasificaría los productos de entretenimiento según lenguaje, violencia, contenido sexual y temas de adultos.
Common Sense afirma que tiene un apoyo inicial de 500.000 dólares, y que quienes la respaldan le han prometido más. Entre sus partidarios están Charles Schwab, un ejecutivo de una compañía de brokers, y Philip Anschutz, el fundador de Qwest Communications International e importante propietario de estudios de cine. En la directiva están dos antiguos responsables de la Comisión Federal de Comunicaciones, William Kennard y Newton Minow.
«Queremos crear un fuerte grupo electoral para padres e hijos de la misma manera que Mothers Against Drunk Driving o la AARP han hecho», afirmaba James Steyer, fundador de Common Sense y autor de «The Other Parent» (El otro Padre), un libro sobre los efectos de los medios en los niños.
El mensaje del Papa para el Día Mundial de las Comunicaciones hacía notar que los medios deberían ser responsables en su uso de la libertad. «Su estatus privilegiado obliga a los medios a levantarse por encima de las preocupaciones meramente comerciales y servir a las verdaderas necesidades e intereses de la sociedad», advertía Juan Pablo II. Evitar la violencia excesiva podría ser un buen paso en esta dirección.