Las interrogantes se abren casi sin permiso cuando nos planteamos en nuestra vida qué cosas poseen un valor incalculable. No extraño que vengan a nuestra mente un sin fin de ideas, por ejemplo, podemos pensar en piedras preciosas, en objetos de arte, en documentos históricos, entre otras cosas. Pero, si elevamos nuestra mirada, ampliamos nuestros horizontes podemos observar que todas las personas poseemos algo sin igual, mucho más preciado de lo que podemos imaginar, es decir, un corazón.
Al mismo se lo puede considerar sólo desde una perspectiva anatómica, en otras palabras, como indica la Real Academia Española como un “órgano de naturaleza muscular, común a todos los vertebrados y a muchos invertebrados, que actúa como impulsor de la sangre y que en el hombre está situado en la cavidad torácica”.
Sin embargo, lo increíble de querer sumergirse, de bucear en el tema del corazón humano, es que no lo podemos circunscribir bajo la sola perspectiva de un simple órgano, puesto que la piedra angular radica en que por medio de él podemos amar tanto a Dios, como a nuestros padres, a nuestro esposo/a o a nuestro novio/a, a nuestros amigos, etc. Con un mismo corazón sin compartimentos amamos, nos entregamos por completo sin reserva alguna, como también, aceptamos al otro.
Pero este corazón para poder amar de verdad, entregarse y aceptar al otro, teniendo en cuenta su dignidad humana, necesita ser cuidado como el mayor tesoro que tenemos en nuestras manos y por lo cual, no lo podemos malgastar, desperdiciar, quitar el valor que realmente tiene, dejar que no lo respeten como lo que realmente es, … Se explica así que, durante el noviazgo es fundamental cuidar este tesoro, para luego cuando llegue el momento de contraer matrimonio, la novia y el novio puedan decirse mutuamente “cuidé mi corazón durante toda mi vida, para poder entregártelo a tí por entero, tal como tú te lo mereces”.
El cuidar el corazón es todo un reto, un desafío, y por tanto, no implica algo fácil, pero sí algo que vale la pena, algo por el cual jugarse y luchar en serio aunque cueste, puesto que el premio es mucho más que la copa que se entrega en los campeonatos mundiales de fútbol. El premio del que hablamos no es algo externo, sino que éste involucra a toda la persona, y en pocas palabras, encierra nada menos que su felicidad.
Ahora viene la pregunta que tanto nos formulamos, ¿cómo cuidarlo?. Quizás lo primero que tenemos que tener en cuenta, es no olvidar que es un tesoro que Dios nos dio para amar y por tanto, si no le damos el uso para el cual fue creado esto puede conducir a la falta de sentido de la vida, al desamor, a la angustia, a la depresión, etc. Asimismo, es conveniente no andar en la vida caminando por la cuerda floja, es decir, es fundamental evitar, tomar distancia de las situaciones que nos conduzcan a descuidar el valor tan preciado. De acuerdo a ello, podemos citar el cuidar la vista cuando vamos por la calle, el mirar televisión y revistas, ya que todo ésto favorece a que se evite una avalancha de imágenes que a la larga las vamos aceptando como buenas, normales, en pocas palabras, vamos perdiendo sensibilidad a las cosas tal como sucede con la violencia que vemos a diario en la televisión. Otro punto a no perder de vista, es el ABC, es decir, el no pasarse de raya con las demostraciones de cariño o sea, con los Abrazos, Besos y Caricias, a ésto se suma también, el tema de las relaciones prematrimoniales. En éste último punto, al considerar el porqué no tenerlas podemos resaltar que en estas circunstancias puede primar el placer sexual, la curiosidad, el “feeling” momentáneo, la atracción física, entre otras cosas, y por tanto, puede convertirse en un mero ejercicio físico entre animalitos que no supera el plano individual y por tanto, no conduce a una verdadera entrega y mutua unión. A su vez, las relaciones prematrimoniales no promueven a que se profundice en el conocimiento de la persona en sí misma, en unas palabras, a que los novios conozcan la riqueza incalculable e irrepetible que encierra toda la persona, aquello que la hace singular, diferente, única y por tanto, lo que no pasa con el tiempo, sino lo que permanece a través de los años.
Es de persona madura, audaz y fuerte ir contra corriente, contra los propios impulsos y deseos, al enfrentarse a la persona a quien se quiere y decirle que se prefiere esperar hasta contraer matrimonio puesto que ésto los va a ayudar a ambos a conocerse mejor a sí mismos, y por tanto, a saber a quien se está entregando para toda la vida en el momento del consentimiento matrimonial. Por último, como todos somos de carne y hueso, y tenemos los pies de barro podemos meter la pata hasta el fondo, no obstante, siempre tenemos la oportunidad de levantarnos, teniendo en cuenta que Dios nos quiere tanto y por ello podemos acercarnos a Él una y otra vez por medio de la confesión y de esta forma volver a empezar.
Ahora bien, por decirlo de alguna manera, uno puede quedarse con la impresión de una visión muy negativa de la vida, conforme a lo mencionado en líneas anteriores lo cual es todo lo contrario. A modo de ejemplo, La Puerta de la Ciudadela, El Palacio Legislativo y El Palacio Salvo, no fueron construidos de un día para el otro por obra de un mero impulso momentáneo. Hoy en día, al visitar cualquiera de ellos nos podemos quedar atónitos al contemplarlos, pero es muy fácil olvidar sus cimientos, ya que éstos se encuentran ocultos y por tanto, pasan desapercibidos. De hecho, si los cimientos no hubieran sido sólidamente edificados, estas construcciones no hubieran superado los avatares del tiempo.
Esto no significa, que algún vidrio no se resquebraje, que necesite ser remodelado, reconstruido alguna sección, o incluso gran parte de la edificación. De igual modo que sucede con las obras de arquitectura, el noviazgo vendría a ser el cimiento, sobre el cual se apoya el matrimonio y la familia. Pero esto no significa, que si se lleva a cabo un muy buen noviazgo se tiene ya asegurado de antemano el matrimonio y la familia, puesto que ambos, al igual que los mencionados patrimonios históricos, se construyen ladrillo a ladrillo, y se pueden cometer errores en la construcción, incluso muy graves, pero siempre se está a tiempo de volver a empezar y comenzar así la reconstrucción. Además, uno al verlas luego de haber transcurrido cierto tiempo desde su construcción, puede pasar inadvertido todos los avatares que pasaron los arquitectos en su labor, lo mismo sucede con el noviazgo, el matrimonio y la familia, pero con la gran diferencia de que en éste caso es nada menos que la persona la que está involucrada por entero, y por tanto, el desafío, el reto nos llama con mayor intensidad. Recapitulando lo dicho hasta el momento, diría que cuidar el corazón es una aventura apasionante y que vale la pena ser vivida a full, sin ninguna clase de regateos.
Por: Lic. Florencia Beltrán